AL TRASLUZ
Cervanteando en Valladolid
Tiras una piedra y descalabras a un leonés, incluso en Valladolid, donde estuve el pasado miércoles para hablar de humor cervantino a los estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras, invitado por la profesora Patricia Marín Cepeda. No nos conocíamos personalmente, pero admiro su labor filológica y tenemos tantos amigos comunes que podríamos montar una liga de béisbol. En la charla, me honraron con su presencia dos excelentes filólogos leoneses: Germán Vega, ya profesor emérito, una de las almas del festival de teatro de Olmedo, y la astorgana Elisa Domínguez de Paz, con quien me bastaron unos minutos de distendida charla para conectar, más allá de la geografía, pues coincidimos en la bondad de Cervantes y en el potencial de valores que ofrece. Si al terminar mi charla, el decanato me hubiese cobrado por mi propio disfrute personal lo habría considerado justo… incluso con IVA del 21%. Más aún, además de no cobrarme aranceles, fui después invitado a comer. Por cierto, en el restaurante pedí lasaña de morcilla leonesa; lo mío no fue chauvinismo sino curiosidad gastronómica, pues hubiese pedido también torreznos, de ofrecerlos la carta. Todo muy rico, pero lo mejor la compañía.
Mencioné a los estudiantes una frase de ese vallisoletano universal que fue el poeta Jorge Guillén: «No tengo más enemigos que quienes me simplifican». Cervantes hubiese asentido a eso, pues el alegre anhelo de sencillez del gran alcalaíno no era simplificación, sino conocimiento de que humor rima con amor y con dolor. Eso es lo que les quise transmitir. ¿Me aprobaron? ¿Suspendí? Por mi parte, les hubiese dado matrícula de honor a todos: a los estudiantes y a sus profesores. En efecto, me hicieron feliz.
Hablé sin leer, sacrifiqué orden metodológico a cambio de espontaneidad. Espero que salieran ganando. Hablé con el corazón y a sus corazones. «Convertid a Cervantes en vuestro amigo», propuse. Y les pedí que buscarán la excelencia en su formación, no solo en la curricular. Aún creo en este viejo estilo de siembra, pues soy producto de ella.
Gracias, Patricia Marín Cepeda. Gracias, Universidad de Valladolid. ¡Y que rica la lasaña con morcilla leonesa! Para que luego digamos que en Pucela nos tienen manía.