Diario de León

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La polémica en torno al lobo ha vuelto a desatarse con la publicación, este martes pasado, de la Orden ministerial que prohíbe su caza. Organizaciones agrarias han puesto el grito en el cielo ante lo que consideran una medida desproporcionada que afectará negativamente a los intereses del sector ganadero. Lo cierto es que la amenaza del lobo es algo que en nuestra cultura adquiere tintes legendarios. Su presencia mítica a menudo supera los límites de lo real y todos hemos escuchado alguna vez alguna de esas historias donde un lobo muestra dotes de inteligencia y astucia solo comparables a las humanas.

En varios lugares me contaron aquella historia donde un lobo, para poder acercarse al rebaño sin ser advertido, se camuflaba sigilosamente en un campo de centeno con la cabeza gacha y un feje de espigas entre los dientes. No extraña que este animal se haya convertido en un ser capaz de trascender los límites de la zoología para adentrarse en el sugerente mundo de las leyendas y de las pesadillas de muchos que vieron encarnarse en el lobo algunos de sus miedos y amenazas.

Con ocasión de la celebración, en 1964, del Día de las Comarcas Leonesas en Picos de Europa, la Diputación de León publicaba las Ordenanzas de Montería por las que se regulaban las batidas de lobos en el valle de Valdeón, unas ordenanzas que habían sido aprobadas tan solo cuatro años antes. El entonces presidente de la administración provincial, José Eguiagaray, todavía ahondaba desde el prólogo en muchas de esas etiquetas que se le han ido colocando al lobo desde siglos, las de la audacia y la alevosía, las de la astucia y la insaciabilidad.

No dejan de ser interesantes estas ordenanzas. Reflejan, tan solo hace sesenta años, una tradición de la que hay constancia documental desde 1610 y que posiblemente se sumerja mucho más allá en el tiempo. En sus páginas podemos seguir la minuciosa organización de los pueblos de Valdeón para cercar y orientar a los lobos hacia el famoso chorco que aún se conserva en el paraje de la Corona, el toque de campana con el que se avisaba al valle de la presencia de las fieras, los avisos de los monteros a toque de corneta, la distribución de cargos (monteros, choceros, montaneros, espías…) o la subasta de las pieles de los animales. No es el único corral de lobos el chorco del valle de Valdeón. Otros muchos existieron a lo largo del cordal cantábrico desde Galicia a los Montes Vascos. Ahí está el de Prioro, sin salir de la montaña leonesa, la lobera de Amieva en Asturias, la de Barrón en Álava o las Loberas Viejas en Burgos. Unos vestigios que conservan el recuerdo de otros tiempos en que el lobo era perseguido no solo como una alimaña peligrosa sino también como la auténtica encarnación del mal.

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