Diario de León

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Para nosotros, los niños de entonces, las historias de la guerra formaban, todavía en buena medida, parte de los territorios del mito y la leyenda. Bien es cierto que aquellos años de transición política de nuestra infancia trajeron apertura, películas y debates, pero todavía entonces, cuando a mi abuelo se le ocurría empezar a contar la historia de aquel amigo suyo al que se encontró acribillado por la espalda en una cuneta, junto a la Venta de la Tuerta, uno no podía evitar ver en las expresiones de los mayores un atisbo de miedo y de recelo. A la guerra, que había llegado como una traca brutal de pólvora seca, le siguió un silencio solo roto por los relatos que se refugiaban al calor del fuego de muchísimas cocinas. 

Trabajo le costó a aquel relato salir afuera, tomar carta de naturaleza en los campos de la historia y enfrentarse al debate público. Recuerdo ahora, por ejemplo, las investigaciones que sobre el maquis hiciera Secundino Serrano como parte de los grandes esfuerzos que se hicieron en las últimas décadas para desandar un tortuoso laberinto de años oscuros, una de las primeras piezas de una tradición que desde entonces y hasta hoy no ha dejado de crecer. Una tradición basada en el trabajo científico, en el contraste de fuentes y referencias, en aplicar luz.

Eso lo sabe bien el profesor de la ULE Javier Rodríguez, que lleva décadas dedicado al estudio de la guerra y la posguerra en León. Ahora dirige el grupo HISMECON, dedicado a excavar las fortificaciones de ambos bandos en el frente norte, a conocer su tipología, a desentrañar detalles que nos permitan observar el día a día de aquellas personas que sufrieron uno de los períodos más convulsos de nuestra historia reciente. El trabajo de arqueólogos, de cartógrafos, de arquitectos, enriquece el conocimiento de uno de los lugares más paradigmáticos de los frentes de la guerra. Ponerlo en valor es fundamental. El potencial que han demostrado lugares como la Línea Maginot, esa línea defensiva con la que inútilmente trataron de defenderse los franceses de la ocupación nazi, o la más cercana Línea P, con la que Franco trató de bloquear un posible avance aliado sobre España, deberían hacernos reflexionar. El valor patrimonial que han demostrado estos lugares para el territorio en el que se encuentran los ha colocado en el mapa del conocimiento, de la divulgación y del turismo.

León cuenta bajo las rocas de sus montañas con un gran potencial a la espera de ser descubierto. No solo porque es una posible fuente de recursos para esta tierra, sino porque su divulgación entre los niños de hoy ayudará a un conocimiento más profundo y real del pasado, un conocimiento riguroso, alejado de aquellas lecciones susurradas al abrigo de las cocinas con las que, no hace tanto, aprendían los niños de entonces.

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