Diario de León

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Tienen en la flor los cerezos ya el azúcar que nos silabeará entre los dientes cuando juguemos con la pepita para anunciar la llegada del verano. Todo lo que vendrá en la estación siguiente se alumbra ahora que no nos damos cuenta de que la primavera ha entrado discreta por una esquina del escenario para no molestar, como un personaje secundario que quisiera saltarse el diálogo de su escena. El equinoccio venció la hoja del calendario el viernes sin que advirtiéramos si este año había pasado por delante de la ventana para espantarnos la modorra la mariposa que hace de heraldo cada año por estas fechas. No la vimos esta vez. Nos perdimos el aleteo que avisa de que, en el horizonte de la ciudad, donde el monte se enciende para imitar los tonos de los atardeceres, las lamparillas se grapan a los brezos, saltan por los acantos verdeados y beben a morro del cáliz que desparraman boca abajo las campanillas por las camperas. Estábamos muy ocupados, ahora que sólo somos capaces de advertir los tonos de luto que nos han emborronado el horizonte para que creamos que nos quedaremos a vivir por siempre en otra estación. No es verdad: la primavera está detrás.

La primavera bulle en las ventanas, que han invertido el oscilo de sus hojas para abrirse hacia afuera. Cada tarde, la comunidad, camuflada hasta ahora entre la maraña de fachadas que escondían personas que no conocíamos, ensaya el potencial que tienen dos manos cuando resuenan acompasadas para componer un chaparrón de aplausos que se derraman por la ciudad para homenajear a quienes cuidan de nosotros. La fuerza desafía al miedo que nos causa haber descubierto, después de siglos de desarrollo y avances tecnológicos, de inventos e investigaciones, que somos vulnerables ante el mismo enemigo que liquida civilizaciones desde antes de que empezáramos a contar los años hacia adelante. La crisis nos concede una oportunidad para reorganizar la escala de valores que habíamos pervertido con la priorización del individualismo como piedra filosofal, con los objetivos de luces cortas que ahora sólo nos dejan ver la oscuridad que aún queda por delante en este túnel que parece interminable. Pero no es verdad. Detrás del esfuerzo de millones de personas vuelve a salir el sol. Cuando llegue esa primavera, saldremos de casa.

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