Diario de León
Publicado por
RAQUEL RODRÍGUEZ DOCE
León

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Debido a la notoriedad en los medios de información del conflicto del Sahara occidental o de la perpetúa pugna árabe-israelí, resulta impracticable no verse inoculado por millones de imágenes y noticias al respecto. Sin embargo, quizá por saberme dueña de un cierto desconocimiento sobre la materia o quizá por mi singular predilección hacia los pequeños detalles, a partir de todos esos cientos de fotogramas que acicalan las noticias, hoy rescato y, únicamente, me atrevo a reflexionar sobre un elemento común de todas esas crónicas: el kufiyya. Probablemente, al igual que le ocurrió a una servidora, es posible que no se relacione este vocablo arábigo con lo que comúnmente conocemos como pañuelo palestino. Al rastrear el origen de esta singular prenda, quizá sea motivo de congojo para algunos saber que su empleo por los campesinos, únicamente, se debía a su habilidad para resguardarse del frío y el calor y, en áreas desérticas, para protegerse la boca y los ojos de la ventisca y la arena. Posteriormente, el uso de este pañuelo o, mejor dicho, su desuso supuso pena de apaleamiento o muerte cuando, en la región Palestina bajo el mandato británico, Amin al-Husayni "Gran Mufti de Jerusalén", considerado uno de los creadores del Holocausto, lo impuso como prenda de vestir masculina en la década de los años 40. Pero, sin lugar a dudas, fue Yasser Arafat, sobrino del anterior, el máximo abanderado del kufiyya al vestirlo en todas sus apariciones públicas, algunas ya míticas como su presencia en la Asamblea General de Naciones Unidas en 1972 portando una rama de olivo y una pistola, como simbólica representación de la paz y la guerra en Medio Oriente, su visita a España para entrevistarse con Adolfo Suarez en 1979 o en el acto de entrega del Premio Nobel de la Paz en 1994. Así, gracias al dirigente palestino, el simbolismo político de este pañuelo comenzó a crecer exponencialmente llegándose a convertir en un emblema distintivo entre las comunidades políticas más progresistas así como entre diferentes movimientos sociales vinculados frecuentemente a una doctrina de izquierdas. Lamentablemente, entre tales comunidades, cohabitan fervientes que fundamentan su expresión ideológica en el uso indiscriminado de los "pros" pro saharaui, pro palestino, pro Fidel, pro Mao… a pesar de poseer un desconocimiento básico sobre lo que idolatran y, de hecho, conceptos como los Asentamientos de Tinduf, Entifadas, Sionista, etc son un auténtico enigma. Para la mayoría de estos espontáneos, el uso del kufiyya se ha convertido en un dogma de fe, deslavando en cada puesta su identidad, alegoría de la causa palestina y el derecho de su pueblo a conformar un estado independiente. Fue al iniciarse el siglo XXI, cuando se produjo su propagación global gracias al ingenioso Nicolas Ghesquiére que, encabezando las filas de Balenciaga, propuso el kufiyya como accesorio en la temporada 2007-2008, convirtiéndolo en esencial en el armario de cualquier adicto a la moda que se precie. A pesar de lo frívolo que pueda resultar este propuesta, el peculiar diseñador, considerado por la revista Time como una de las 100 personas más influyentes del 2005, vaticinó lo rentable que podría llegar a ser tunear un fetiche ideológico y brindarlo a las masas. De hecho, ese mismo año, PPR group, dueño de la firma de moda, obtuvo unas ganancias de 22.125 millones de dólares. Y, actualmente, encontramos que, como por arte de birlibirloque, cualquier ser humano o divino, posicionado en cualquier frente, encabezando cualquier lucha, entendiendo la vida de la forma más progresista a la más conservadora… viste, en la mayoría de los casos con poco o ningún sentido, un kifuyya, por supuesto, en el color que mejor se ajuste a su tono de piel o al color de sus ojos. Termino esta pequeña conversación con quien haya querido mantenerla y… se me viene a la memoria el recuerdo de mis abuelos, campesinos, con un par de zuecos que, en vez de del frio y la arena del desierto, les abrigaban del frio y del barro de Castilla y me pregunto ¿será cuestión de tiempo ver abarrotada la Castellana con candidatos a charlatanes calzando un par de hermosas madreñas?. En fin, siempre nos quedará el consuelo de que, parafraseando a Don Marquis, una idea no es responsable de la gente que cree en ella.

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