Diario de León
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León

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La "opinión pública" no la tiene el parlamento, ni es propia de la ciudadanía, ni tan siquiera viene dictada desde fuera a la manera en que los antiguos dioses griegos jugaban con el destino de los hombres. La opinión pública es, o debe ser, sobre todo opinión. Por lo tanto, no es fija. Cambia. Lo peor que puede pasar con ésta es su cristalización, su fijación en una postura que, por definición, no le corresponde. Al “todo son opiniones particulares” hay que hacer saber (como ya hizo Platón en su tiempo) que se trata de una frase sin sentido, en contrasentido, produce esquizofrenia, contiene un doble vínculo (se dice, a la vez, una cosa y otra contraria), es tautológica: cualquier adjetivo que se nos ocurra para expresar lo que ya venía irritándonos de por sí. Podemos tener la tentación, también, de proclamar otra célebre frase: “es tú opinión”. Creyendo así proclamar una total independencia de pensamiento; algo así como una burbuja intelectual. Aunque lo que se consigue más bien, con esta rabieta, es un reducto de estulticia. Célebre frase que se ha ido imponiendo con la misma inmunidad con la que los dineros llegan a los paraísos fiscales, los monopolios pactan los precios o se realizan desastres ecológicos sin más. Porque, aunque parezca mentira, se pueden cometer delitos con palabras. El lenguaje es un ser vivo (sí, digo “ser vivo”) que merece el mismo respeto, no ya que unas cuantas propiedades, sino, que una de la más sagradas posesiones del humano. Podríamos decir, mejor que la citada frase, una más acorde con el sentido que queremos dar y dejar zanjada la cuestión con la siguiente sinceridad: “¡vete a la mierda!”. Mayor claridad y concisión. No está mal.

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