Diario de León

Sobre el Toro de la Vega y tradiciones similares

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León

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Estoy triste. Triste e indignada. Hoy escribo estas líneas como un particular homenaje. En memoria de “Rompesuelas”, porque, aunque lo parezca, no es el último al que arrebatan la vida de una forma tan inútil y vacua de humanidad. En memoria de tantos asesinatos en los que la parte muerta no tuvo ni siquiera el derecho o la opción de decidir qué quería para sí. A pesar de que en Tordesillas se ha alcanzado una gran conquista este año al no permitirse la muerte de “Pelado”, no nos engañemos, aún es sólo el principio. Aún queda mucho camino por andar. Por eso yo sigo triste. Triste e indignada. Toro de la Vega, codornices a tubo, cabra del campanario, ardillas decapitadas, toro de lidia…todavía son un sinfín de tradiciones crueles y despiadadas. Defendidas por una parte de la población, y condenadas por otra, por suerte, cada vez más numerosa. Tradiciones que puede que en la Edad Media y otros tiempos ancestrales tuviesen su razón de ser, pero que con el paso de los siglos y el ¿avance? de la sociedad cada vez están más fuera de lugar. Tradiciones que se mantienen como macabro símbolo de una España vetusta y anquilosada, incapaz de superar el pasado, de ir dejando atrás lo que ya no sirve. Y digo superar, que no olvidar. Olvidar supone condenar al ostracismo, borrar, eliminar. Superar supone respetar nuestra cultura, nuestra idiosincrasia, y todo aquello que nos ha llevado a ser quienes hoy somos. Este tipo de festejos deberían de superarse, de atesorarse en museos o tratados de etnografía, pero nada más. De la misma manera que gracias a nuestra evolución hemos ido dejando atrás, pero conservando en nuestra memoria histórica hechos como el descubrimiento del fuego, instituciones como la Inquisición o incluso ropas y maneras de comportarnos, debería ocurrir lo mismo con esto. Superar, para seguir creciendo y avanzando. Superar pero no olvidar, para no perder de vista quiénes somos y de dónde venimos. El hecho de que el ser humano se haya convertido en la especie dominante no nos da derecho a pisotear los derechos de los animales, sino que deberíamos velar por su bienestar. Ningún animal en la naturaleza mata por puro placer o por divertirse, lo hace por necesidad. Por el mero hecho de tener neocórtex deberíamos de ser los garantes de que ningún animal sufra sin necesidad de ello. Muchas veces pienso que quizá la evolución y la aparición de nuestro maravilloso cerebro sólo ha servido para poner de manifiesto la verdadera naturaleza de la especie humana: mala y cruel. Como decía Abraham Lincoln: “Si quieres conocer el carácter de alguien, dale poder”. Luego veo que cada vez somos más los que estamos en contra del maltrato animal, y a favor de utilizar nuestro poder, que es la inteligencia, de forma responsable y con fines justificados, y la esperanza vuelve a mí, aunque sea sólo un débil destello en la oscuridad de una noche que ya dura demasiado.

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