LA VERDAD ÚLTIMA SOBRE LAS ESCUELAS OFICIALES DE IDIOMAS

Resulta a veces incomprensible crear polémica allí donde no la hay es incluso inexplicable hacer de la reivindicación razonada y razonable de un colectivo un alegato injustificable contra la profesionalidad del mismo. Ello parece estar ocurriendo, no sé si de manera orquestada o espontánea, con los docentes de las Escuelas Oficiales de Idiomas. Los docentes de las EEOOII llevamos años trabajando en nuestras pruebas de certificación, desde nuestros centros de trabajo, para conseguir que sean pruebas fiables y válidas, es decir que valoren lo que tienen que valorar y no otras cosas y que califiquen de manera justa al alumno del dominio que tiene de la lengua, y no de otras cosas y cuando digo otras cosas me refiero a la actitud en clase, a la asistencia o al comportamiento, factores que, sin negar que son importantes en múltiples facetas de la vida, incluida la enseñanza, poco tienen que ver con el grado de dominio que se exige en una lengua de estudio. Me pregunto: ¿es justo certificar a un alumno un nivel de dominio que no alcanza porque su actitud en clase es muy buena, o porque no falta nunca, o porque su comportamiento es ejemplar? Creemos ello que entraría en contradicción con lo que las EEOOII suponen y para lo que han sido concebidas. Y es que quien conozca un poco la idiosincrasia de las EEOOII, sabe que el alumnado se matricula para adquirir unos conocimientos en la lengua que estudia o bien una certificación específica, de manera que pueda hacer uso de tales conocimientos o tal certificación para lo que estime oportuno bien en su vida personal o en la profesional. Y esa es la labor de las EEOOII, en ningún caso solapar, obviar, competir, desdeñar o enjuiciar la importante labor de la enseñanza obligatoria en cuanto a educación en valores, asunción de responsabilidades y formación de personas de futuro. Nuestra labor es mucho más irrelevante, simple e inocua: enseñar a los alumnos estrategias para adquirir un dominio en una lengua extranjera y certificar que tienen tal dominio a través de nuestras pruebas de certificación. Además, hacer que estas pruebas se unifiquen en todo el territorio autonómico, o incluso en el nacional, no sólo prestigia a la propia prueba sino que la justifica aún más, puesto que ello ha de significar obligatoriamente que el certificado que se expide sea garantía de un nivel de dominio en la lengua objeto de examen, independientemente de si ha obtenido dicho certificado en la Escuela de Valladolid, en la de Soria o en la de Ponferrada. Es una tremenda injusticia afirmar que ahora los docentes de las EEOOII, por razones de estancamiento acomodaticio o de falta de criterio, pretendemos dejar de hacer lo que siempre hemos hecho, es decir nuestros exámenes el sueño de que las pruebas se unificaran es algo difícilmente renunciable para un colectivo que lo persiguió sin descanso durante años. Lo que no queremos es desandar el camino andado, una vuelta atrás que sólo se justifica desde el despropósito. Raúl González profesor de la EOI de León