Editorial | Una transición energética necesaria pero que debe hacerse con lógica

La rápida transformación del mapa energético español tiene efectos muy relevantes que generan también disfunciones. La proliferación de parques eólicos en las montañas no está exenta de polémica. Ni tampoco las plantas fotovoltaicas que en ocasiones acaparan terrenos que tienen grandes potencialidades desde el punto de vista agrícola.

El problema evidente es que este tipo de instalaciones de energías renovables generan unos ingresos cómodos, fáciles y seguros. En el caso de las grandes torretas eólicas son varios los pueblos leoneses que ya se benefician de este relevante flujo económico. Y los huertos solares son una manera sencilla de que particulares, o en ocasiones juntas vecinales y ayuntamientos, consigan esas rentas que lamentablemente no suponen mayores beneficios de otro tipo. Y es que lejos de las antiguas unidades productivas energéticas, especialmente en el caso de la minería, ahora apenas existe una incidencia directa en la creación de empleo y en la capacidad de retener habitantes en los pueblos. Incluso en los embalses y en sus plantas de producción hidroeléctrica trabajaban antes un buen número de personas realizando servicios que ahora se dirigen a muchos kilómetros con fórmulas de teletrabajo.

Con todos estos factores se precisa una reflexión sobre esa transición energética. No deberían aprovecharse para acaparar terrenos precisamente de los territorios más despoblados y de sus emergencias. El daño medioambiental en los paisajes de especial valor y las potencialidades agrícolas tienen que estudiarse durante el proceso de toma de decisiones sobre los nuevos parques.