Diario de León

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Ha fallecido Enrique Cimas. Tenía 97 años y fue un caballero del periodismo leonés. Dirigió Proa y La Hora Leonesa . Eso fue hace mucho, lo sé. Hay una etapa maravillosa en la vida profesional en que la generación que llega coincide con la que se va. A mí me ocurrió con él. Terminó su carrera en el gabinete de prensa del Gobierno Civil, pero tras jubilarse siguió con una intensa actividad solidaria, tanto en la Asociación de Periodistas como en Unicef. Serio, inteligente y humano, con profundas convicciones religiosas. La última vez que le vi fue en una conferencia de su yerno Montero Reguera, el gran cervantista, quien estudió aquí el bachillerato. Enrique aún mantenía su recio porte de vasco e intacta la luz del corazón. Ahora tengo la edad aproximada que él tenía cuando nos conocimos a mi llegada a esta ciudad. Su valía profesional y personal nunca ha dejado de crecer en mi jerarquía de importancias. Ahora soy viejo perro, que no perro viejo. Puedo valorar mejor la grandeza de sus buenos modales, que nunca fueron solo formas de cortesía, sino el reflejo de su percepción del otro como prójimo.

Ahora sé que los buenos periodistas como él nunca se sienten perdidos y siempre van en la dirección correcta, guiados por la brújula de su conciencia. A veces, siento que el periodismo vaga hoy en un desierto. No quiero decir que aquel otro fuese mejor, pues cada tiempo tiene sus fuerzas y sus debilidades, simplemente, percibo ya desde hace años que algo se está apagando en este querido oficio, en una sociedad que aún nos necesita. Adiós, buen Enrique Cimas. No verás ya caer las lágrimas finales de Ucrania. Te vas sin saber si el papa Francisco recuperará su salud.

¿Cuándo aceptamos la patraña de que con mala uva se escribe mejor? Enrique Cimas no la necesitó. No se me argumente que los suyos eran otros tiempos, pues la condición humana es la misma. Siempre ha habido, hay y habrá días buenos y días malos, como las personas.

Ha de ser hermoso irse así, como él, con la misión cumplida. Colegas, cuándo hayamos partido también nosotros, ¿alguien dirá que fuimos periodistas serios, inteligentes y humanos? Descanse en paz. No existe el duende del taller. Ahora sí hay ya un ángel de las redacciones.

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