Diario de León

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No era este el enfoque que pensaba darle a mi columna sobre Josep Salas, el único testigo que aún queda vivo -ya centenario- de los miles que estuvieron presos en el campo de concentración de San Marcos. Pero leer en las redes comentarios despectivos hacia el homenaje que se le ha hecho en el Hostal, en el que se encarnaba en su persona a todos quienes ya no están para recibirlo, me ha hecho modificar mi primera intención. Y eso que don Josep solo habló de «confraternidad» y dialogo». Ni una brizna de legítimo resentimiento salió de sus labios. Hay un tiempo en el que todos podemos ser ignorantes sin ser culpables de nuestra ignorancia, pero ya hace mucho que sabemos acerca del infierno en la tierra que fue este edificio. El acto tuvo su origen en las gestiones de ARHM para que una placa recordase que no siempre el Parador tuvo el uso por el que hoy es internacionalmente admirado. ¿Qué heridas se han reabierto? Don Josep simboliza al inocente, a todos. ¿Cómo podemos llamarnos demócratas sin avergonzarnos de tal pasado? Los pecados no se heredan, salvo que aceptes la herencia. Aquel horror no solo fue antidemocrático, también anticristiano y antihumano. Hubo más infiernos, en nuestro país y fuera, todos viles. Pero hoy toca hablar de este, del nuestro. «Nunca más otra guerra civil», pidió Salas.

Hace años compré en una librería de viejo El libro de San Marcos , de Victoriano Crémer, quien estuvo allí preso. Lo hice, pese a ya tenerlo, pues llevaba una dedicatoria del autor a un compañero de «pesadillas», al que aquí llamaré por sus siglas: M. F. C, para no avergonzar a quienes se desprendieron del ejemplar, supongo que sin darse cuenta. No era, pues, un libro más. Cuando este oriundo de Trobajo del Cerecedo estuvo preso tenía 16 años. El ejemplar contiene anotaciones suyas sobre hechos presenciados, como el asesinato del maestro Ufano o su propia contribución en la fuga del telegrafista de Murias.

Todos hemos sufrido alguna crueldad, todos fuimos alguna vez desterrados. Y todos hemos tenido que dejar atrás verdades que resultaron no serlas. Pero no todos han sufrido el infierno en la tierra. Gracias, don Josep, por contarnos lo ocurrido. Y hacerlo desde su merecida paz interior.

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