Diario de León

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Todos somos jóvenes o viejos comparados con alguien. Según el Antiguo Testamento, Matusalén vivió 969 años, lo que nos convierte a usted y a mí en chavales. Supongo que el señorín se pasó los cien últimos tratando de recordar dónde dejó la cacha. En cambio, hoy la Seguridad Social te manda a matones nada más sobrepasas los 500.Por supuesto, se puede ser mayor de muchas formas, quien más y quien menos puede decir como Rafael: «yo soy aquel». Es decir, el niño que fuimos más lo que la vida hizo de nosotros. A vivir se aprende viviendo. «¿No sabías que mejor que cualquier tesoro del mundo/ es ser joven de corazón», cantaba un maduro Sinatra en Young at heart, pero la letra ganó en ternura interpretada por el viejo Jimmy Durante. En 1988, el actor, humorista y cantante estadounidense George Burns, ya setentón, convirtió en sinfonía vital la balada I wish I was eighteen again (Desearía tener 18 años de nuevo). Aunque ya había sido interpretada por Jerry Lee Lewis, él la cantó con más otoños en el currículo y desde la cátedra de la vida. Las nuevas generaciones le descubrieron y, lo que es más importante, le quisieron. «El tiempo pasa sus páginas/ y la vida pasa muy rápido/ ojalá tuviese 18 años de nuevo…». Vivió un siglo y hasta poco antes de morir aún seguía cantándola en los escenarios, mientras se fumaba un enorme puro. Por cierto, tenía cierto parecido físico y personal con nuestro Victoriano Crémer, quien cumplió 102 años y logró ser mayor solo cuando le daba la gana. En cambio, a mí los 969 años de Matusalén me parecen demasiados. En esto, ni quedarse corto ni pasarse.

Semanas antes del confinamiento, me habían encargado una conferencia destinada a personas mayores. Mientras la escribía, pensé mucho en mis padres, a quienes la edad les volvió físicamente vulnerables, pero ni siquiera la enfermedad o la muerte consiguieron que dejaran de ser invencibles en lo esencial: la bondad. Y de eso trata vivir y morir ¿no?

Quizá algunos de nosotros no lleguemos a los 969 años, poco importa. Conformémonos con reencontrarnos como antes y volver a cantar viejas canciones que nos mantienen jóvenes de corazón, durante el tiempo que quede. La Catedral y las nubes nos verán marchar y seguirán aquí.

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