Diario de León

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La sutileza del lenguaje nos permite diferenciar entre gratitud y agradecimiento. Este es público, aquella íntima. Y el amor las funde en una misma emoción. Estuve en las exequias por Matilde Pedreira Mastache, madre de nuestra compañera Susana Vergara. Gratitud y agradecimiento fueron lo mismo ya desde la esquela… donde los nombres citados eran mucho más que enumeración formalista: junto a la familia y sus ramificaciones, estaban reconocidos doctores, enfermeras, sanitarios, cuidadores, especialistas que con sus saberes y humanidad hicieron más fácil lo difícil. Al final, Susana pronunció en nombre suyo y en de sus hermanas —Amelia y Marta— unas palabras sobre la vida compartida. Dijo que todas las familias reciben un don y el de la suya ha sido una madre excepcional. Ah, los padres. De repente, un día comprendemos que ellos siempre supieron quiénes éramos, que nuestras cotas de malla y demás disfraces a los que nos obliga la existencia adulta nunca les engañaron. ¿Nos conocían ya antes de traernos a la vida? Por eso, ciertas deudas nunca pueden ser saldadas, al contrario, aumentan a medida que vas juntando piezas del puzle de tu propia existencia. El tiempo pasa más rápido cuando se han ido y eres tú quien queda en primera fila, teniendo por tus hijos y nietos tantas preocupaciones como tus mayores tuvieron por ti. Si te suena esta canción es porque fue cantada ya mucho antes, y así puedes tirar y tirar del hilo… hasta la noche de los tiempos. Un día descubres en el espejo que te has convertido en alguien parecido a ellos. Entonces, te sonríes y les sonríes cómplice. Los sentimientos de gratitud son una victoria del corazón, otra más.

Nuestras deudas de amor nos biografían, dicen quiénes fuimos, somos y seremos. También hay quienes aseguran no tener nada que agradecer a nada ni a nadie. Qué vida más triste las suyas, sin deudas de amor o sin percibirlas.

Un don familiar obliga a ser digno de él y a transmitirlo, es lo que se nos proclama en el estribillo de la vieja canción ancestral. Un tesoro invisible, pero evidente. Gratitud, agradecimiento, Gracia… ¿no es bello, preciso y sutil el lenguaje del amor? En efecto, ¿nos conocían ya nuestros padres antes de traernos a la vida?

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