Diario de León

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Cuando ya nos habíamos repuesto de la campaña del azúcar, y después de asumir esa muerte dulce en cada café, en cada trozo de tarta y en cada refresco, ahora el ministro de Consumo vuelve al ataque deshojando la margarita de los pocos placeres que nos quedan a los mortales, la carne. Preocupado por nuestra salud, Alberto Garzón nos recomienda comer menos carne, ya que nuestra ingesta supera con creces la recomendada por la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, y aunque es de agradecer que nos invite a bucear por una alimentación más variada, se le olvida que la dieta mediterránea, de que tanto alardeamos por el mundo, nos ayuda a compensar esos excesos que los productos cárnicos pueden ocasionar en nuestro organismo.

Recomendar una alimentación variada y saludable es lo que se espera de cualquier responsable de Consumo de una país, pero atacar así a un sector tan estratégico como el ganadero, del que viven miles de personas, no tiene justificación alguna, y mucho menos, con argumentos tan peregrinos como que el ganado perjudica al medio ambiente. Y sí, se refiere al interesante debate de los pedos de las vacas, y como novedad, que encima beben mucha agua. Pobres animalicos. Que manera más inocente de hacer daño. Pero lo que a Garzón se le olvida, lo que no expone en sus argumentos, es todos los beneficios que aporta el sector ganadero, y ya no me refiero a los económicos, que también, sino a los sociales, y también a los medio ambientales en los que parece que este chico de Logroño no ha caído.

Y es que la ganadería forma parte de esa economía circular que ahora se nos impone como modelo productivo a seguir para conseguir la sostenibilidad económica. Tampoco parece saber que allí donde hay ganadería extensiva, donde hay vacas y ovejas pastando no hay incendios forestales porque son las mejores desbrozadoras que existen —y además van sin gasolina— contra el combustible forestal que cada verano amenaza nuestros bosques. Parece que también ha olvidado que las ganaderías generan mucha mano de obra, y que esa mano de obra una de las mejores recetas que tenemos para luchar contra la despoblación que vacía nuestros pueblos. Qué manía tenemos de tirar piedras contra nuestros propios tejados.

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