Diario de León

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Lo único cierto es la incertidumbre. De lo demás, todo puede ir a peor. No es catastrofismo, es la realidad que no puede disfrazarse por más confianza que se le aplique a la situación. Cuando hace dos años ya largos nos relamíamos con la recuperación económica llegó la pandemia para dejarnos claro que no hay plaga de la que pueda librarnos la modernidad. Cuando intentábamos salvar el porrazo dando traspiés entre los tropiezos del parón llegaron las crisis de las materias primas y los desabastecimientos para restregarnos la desidia con la que hemos entregado a terceros de poco fiar nuestras necesidades críticas. Mientras boqueábamos intentando recomponer el naufragio nos estalló una guerra en las puertas de Europa, cuyas consecuencias en potencia están aún muy lejos de haber mostrado sus fauces. Ante nuestra atónita mirada nos arrasa una inflación desbocada (que los más optimistas calculan que tardará dos años en controlarse); y nos amenazan con pasar frío porque la llave del gas se cerrará y la del carbón se tiró al fondo del mar para presumir de aplicados discípulos de la economía verde.

Suben los tipos de interés después de una década en la anomalía del negativo, y vienen a apretar las tuercas de las depauperadas economías domésticas. Aliviarán las de los bancos (que presumen de excelente salud y mucho mejores defensas que en el descalabro de la crisis financiera de 2008), pero retraerán los créditos e hipotecas y presionarán al alza la morosidad. También comenzará a retribuirse el ahorro, contraatacan, sin mencionar que la inflación seguirá comiéndose todo y más de las huchas guardadas en la caja del tío Gilito durante mucho tiempo. Los mercados son una alternativa complicada, porque la volatilidad no nos abandonará nunca. Aunque hay quien, sin miedo, se lanza al pozo negro de las criptomonedas.

Existe un dato para el optimismo: el mercado laboral va bien. Aunque hay mucho que analizar ahí. Poco más. El consumo, miedoso porque hay menos dinero para gastar a pesar del ahorro acumulado durante el encierro y por los nubarrones que se atisban, desactiva la recuperación. De momento hay decrecimiento, nadie (otra vez) se atreve a hablar de recesión.

Una semana en el curso de la Apie en la UIMP y muchos expertos de primer nivel dejan un año más grandes lecciones. Y sólo una certeza: la incertidumbre total. Nadie se atreve a ser optimista ni pesimista. Cualquier cosa puede pasar. Y eso no es una buena receta para la economía.

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