Diario de León

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Pues va a ser que sí, que tenemos dientes no siempre alineados en formación de cordero, narices a menudo alejadas de los cánones griegos, lunares, granitos, ralas barbas incipientes, perillas ya más canas, arruguillas en los labios,... Lo que siempre ha estado ahí en un momento u otro de la vida, pero llevaba un tiempo azorrado tras la mascarilla y a salvo de miradas ajenas. Vuelve la hora de liberar rostros (sabe Dios por cuánto tiempo), también a las miradas y críticas ajenas, y a muchos se les hace cuesta arriba no tanto abrir espacio a los virus como dejar al aire las imperfecciones que nos adornan. Cosas de la psique, pues a poco que se razone cabe deducir que bien poco se puede esconder tras un tapabocas. Al menos en lo que al aspecto se refiere, porque cuántos mohínes y lenguas burlonas nos han hurtado (o regalado, depende de a qué lado del tapujo se esté) las asfixiantes protecciones.

El caso es que con la liberación llega la hora de los psicólogos, o la intervención estética en casos de insuperable asunción de la propia fisonomía. Grave el caso de muchos adolescentes, a los que la pandemia ha cambiado el paso en demasiadas cosas importantes. Protegidos tras el escondrijo durante meses, sufren inseguridad insalvable a la hora de mostrarse tal como son a sus inmisericordes congéneres. Curioso hándicap de una generación que no duda en lucir a la hora del baño taparrabos ínfimos que muestran más de lo que esconden, pero teme sonreír sin complejos frente al grupo escrutador y malévolo.

En los adolescentes la inseguridad tiene un pase, es cosa de la edad. Pero ¿y en el resto del paisanaje? El negocio estético y dental parece estar despegando con entusiasmo, hay que mostrar la mejor cara a quienes se acostumbraron a mirarnos sólo a los ojos. Si de todo lo padecido sale una sociedad más insegura, más hipócrita, más tonta al fin, qué poco hemos aprendido de esta asignatura que aún nos tiene reservadas muchas lecciones para aprender.

Despega el negocio de los pintalabios. Parece que es momento de poner color a las sonrisas. ¿Acaso no lo era también hasta ahora? Yo no dejé de hacerlo. Que los demás no lo vieran no quiere decir que yo no supiera que mi morrete perfilado estaba ahí. Tampoco veían mis muecas de burla o disgusto. No pienso privarme ni de una cosa ni de otra ahora, ya liberada. ¿Acaso no somos nosotros, tal como somos, lo más importante?

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