Diario de León

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En política cuando las cosas no son fáciles de explicar suele ser porque tienen difícil explicación. Y es lo que le está ocurriendo al inminente vicepresidente de la Junta, Juan García-Gallardo, cuando se afana en justificar la existencia de su cargo, una inédita vicepresidencia sin cartera y sin funciones ejecutivas que eleva de once a doce los asientos del nuevo gobierno presidido por Alfonso Fernández Mañueco.

A ojos del líder de su partido, Santiago Abascal, al que fuera cabeza visible de Vox en las elecciones del 13-F se le puso cara de vicepresidente la misma noche electoral. Y está a punto de serlo. Con lo que nadie contaba era con que la Junta se dotara de una vicepresidencia sin atribuciones de peso únicamente para realzar al socio minoritario de la coalición. «Voy a estar entretenido con mis propias funciones y la principal, que es la coordinación de nuestras consejerías y la supervisión de las del PP», arguye García-Gallardo.

No creo yo que ni dicha «coordinación» ni dicha «supervisión» figuren en el decreto que regule sus funciones, ya que ello supondría admitir oficialmente compartimentos-estanco dentro de un mismo gobierno, así como un menoscabo de la autoridad del presidente, único facultado por el Estatuto de Autonomía (art. 26) para dirigir las acciones de la Junta y coordinar las funciones de sus miembros. La bisoñez política de García-Gallardo no le exime de conocer la norma básica institucional de la comunidad autónoma.

Y la expresión «voy a estar entretenido» delata por sí misma la trascendencia que el próximo vicepresidente concede a sus propias funciones oficiales, en absoluto justificativas de una vicepresidencia que, eso sí, dispondrá de una estructura que elevará el gasto político muy por encima del sueldo a percibir por su titular. Un dispendio sin parangón en ninguna otra comunidad autónoma y del que son corresponsables los dos partidos coaligados, que en su pacto de gobierno propugnan «la reducción significativa del gasto institucional superfluo».

Desde que el PP se hizo cargo de la Junta, cierto halo de maldición ha rodeado al cargo de vicepresidente, figura sobre la que han recaído todo tipo de percances. Varios de ellos han terminado tropezando con la Justicia, el primero Miguel Pérez Villar, condenado por prevaricación en el caso de la minería. Ninguno ha conseguido heredar la presidencia de la Junta y casi todos han salido políticamente abrasados.

Edecán mandatado por Abascal para verificar el cumplimiento del pacto, el principal riesgo de García-Gallardo puede que radique en la sobreexposición mediática con la que erróneamente tratará de aparentar el peso político del que realmente carece.

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