Diario de León

Panorama |Antonio Papell

La recuperación de Cataluña

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Las próximas elecciones autonómicas de Cataluña pondrán fin a una etapa de grandes singularidades de la realidad catalana, que se han caracterizado por la generación -"en coincidencia con la retirada de Jordi Pujol-" de una peculiar coalición de gobierno que, surgida en un momento de tensa efervescencia en las relaciones entre Madrid y Barcelona -"en 2003, Az nar estaba en el cenit exultante de su segunda legislatura, con mayoría absoluta-", puso en marcha un caótico proceso reivindicativo de reforma del Estatuto.

Las encuestas anuncian hoy una sensible ventaja de CiU sobre el PSC, las dos grandes fuerzas políticas del principado. Pero, sobre todo, presagian también el hundimiento de las otras dos formaciones del -˜tripartito-™, ERC e ICV. En definitiva, está en el horizonte una normalización cuasi bipartidista de la política catalana, nuevamente entre los dos polos tradicionales: un centro-derecha nacionalista moderado y un centro-izquierda catalanista -"no nacionalista-" también templado y vinculado al PS estatal.

El fin del tripartito (una agregación de partidos incompatibles entre sí en algunas características que una parte de la izquierda catalana, de dentro y de fuera del PSC, no asimiló nunca) tiene gran importancia porque pondrá término a un fenómeno muy perturbador: la absurda competición electoralista que han mantenido desde 2003 poder y oposición por acentuar el particularismo nacionalista de Cataluña. Si las cosas se desarrollan como anuncian los sondeos y presagian los principales actores políticos catalanes, el PSC regresará a sus antiguos cuarteles después de una etapa desnortada -con Pasqual Maragall al frente- durante la que ha rozado un soberanismo rampante que nada tiene que ver con los genes ideológicos del partido, ni con la propia realidad catalana. Una realidad que se distorsionó en 2003, que no se ve reflejada en el extremoso Pacto del Tinell y que volverá pronto a exultar en forma de una sosegada moderación, amante de la controversia pero no del grito estentóreo de estos últimos años.

Además, si se confirma ese bipartidismo imperfecto, podrá esperarse con fundamento que Cataluña reanude su contribución a la estabilidad parlamentaria española. Desde 2004, CiU, en la oposición en Cataluña, presionada en este territorio por una coalición que le disputaba la representación genuina del nacionalismo, no ha podido efectuar prácticamente aportación alguna a la gobernabilidad del Estado, ocasionalmente en manos del PSOE. Tras las próximas elecciones catalanas, si el PSC rompe su vínculo con ERC y adopta las consiguientes correcciones doctrinales (que también dejarían por cierto sin sitio a -˜Ciutadans-™), CiU podrá volver a estabilizar mayorías en Madrid. De hecho, pese a los delicado de la coyuntura y a las lógicas cautelas preelectorales de esta hora, CiU está desempeñando ya un papel moderador muy sensato en el actual debate sobre el Pacto de Estado frente a la crisis económica.

Naturalmente, planeando sobre este análisis relativamente optimista está la sentencia del Tribunal Constitucional sobre la reforma del Estatuto de Autonomía. El inefable retraso ya sólo permite imaginar que habrá una sentencia innocua. De otro modo, además de un crimen, se habría cometido una gravísima estupidez.

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