Diario de León
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Historias del reino margarita torres

La reciente inauguración del Museo de la Evolución Humana en Burgos supone una satisfacción para cualquier historiador, aficionado o simple curioso que desee conocer de forma directa, amena, rigurosa, uno de los yacimientos clave para entender la evolución humana en Europa: Atapuerca. Declarado por la Unesco «Patrimonio de la Humanidad», gracias al trabajo de los investigadores y, sobre todo, de un excelente márketing de noticias y expectación, los tres padres del éxito que se acaba de inaugurar, Arsuaga, Bermúdez y Carbonell pueden respirar satisfechos. Una buena gestión cultural que ha sabido rentabilizar un magnífico trabajo científico previo y continuo, con garantías casi perpetuas de seguir ofreciendo resultados. Talento, ciencia, cultura, economía, puesta en valor suman riqueza. Una fórmula que ha conseguimos atrapar una inversión de 80 millones de euros, que supone una inyección revitalizadora y una puesta en escena envidiable. Un cómo, cuándo y dónde que muchos deberían copiar. O al menos intentarlo.

No sin cierta comezón miro hacia Burgos desde el otro lado del Manzanal, oteando un horizonte en el que, en lontananza, se adivinan las Médulas. De camino hacia La Bañeza, observo la sombra protectora del Monte Teleno que, antes de convertirse en campo de tiro, fue adorado por los astures y explotado hasta la saciedad por los mismos romanos que agujerearon nuestras tierras buscando el oro que pagó a las legiones en la frontera, durante varias generaciones de hombres. Pues, como todos los especialistas reconocen desde hace décadas, incluso antes del descubrimiento del Homo Antecessor en Atapuerca, las tierras leonesas sangraron sus entrañas para que el Imperio Romano pudiera curar sus heridas en el limes. Una historia que, per se, ya garantiza la inclusión de este nombre berciano en los libros académicos que pueblan las estanterías de las universidades. Las mismas en las que se apoyan los que acogen los estudios sobre el Antecessor y Atapuerca.

Plinio, que gastó parte de su juventud en Las Médulas, recogió que se extraían cada año 20.000 libras de oro lo que, según interpretó en su momento el profesor García Bellido, supone que los romanos se llevaron de aquí unos 1.500.000 a 1.635.000 kilos áureos. Para que dimensionemos mejor: Fort Knox, Reserva Federal Americana, mima 180.000 kilos, el Banco de España en Madrid unos 90.500. No está nada mal para los pobres feudos bercianos sometidos a Roma. Añadía el bueno de Plinio a sus comentarios que arañar el oro leonés era más temerario que bucear en el mar a la caza de perlas. Vamos, más o menos el mismo esfuerzo que conseguir que los leoneses movamos el culo por algo nuestro sin dejar de envidiar al vecino. Por qué, ¿qué le falta a Las Médulas para alcanzar las mieles de Atapuerca? Historia no, relieve mundial tampoco, declaración de Patrimonio de Ringo-”rango por la Unesco tiene igual que los homínidos, en nuestro caso desde 1997. Rige sus destinos una Fundación, recibe aportes económicos de entidades públicas y privadas. ¿Qué le diferencia de Atapuerca, un yacimiento que desveló sus primeros misterios en 1976? ¿Qué nos falta? Todas las respuestas que acuden a mi cabeza se tornan negras-¦

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