Diario de León
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Fuego amigo | ernesto escapa

Los clásicos, que nos legaron la llave de casi todos los secretos, recomiendan el humor como fuente de reflexión y como reducto de consuelo para los tragos de desaliento. Sus ingredientes, ya sea el talento, la sutileza, el ingenio, la ironía, el duende o la ingenuidad, carecen de contraindicaciones. Y su manejo permite al humorista salvar la barrera del tiempo, porque la melancolía y la nostalgia prosperan tanto en el rescate del pasado como en la proyección del porvenir. También en ese sentido, el humorista es un visionario. Nuestro despertador de lo esencial bajo la espuma, a menudo presumida y ruidosa, de la actualidad. Además es nuestro compañero de zozobras. Estos protocolos no son otra cosa que el delantal para recomendar un libro de veras singular: Ironías renovables, de José María Nieto. No voy a incurrir en la ligereza de menudear los episodios que articulan su lustro de humor: 2004-2009. Al cabo del tiempo, muchas de las viñetas que surgieron de un reclamo concreto de actualidad, adquieren una dimensión más profunda. Incluso aquellas concebidas con voluntad de aldabonazo.

Otras ilustran conceptos menos perecederos, como la identidad, la tierra o el proyecto común que nos une, y la pátina de distancia les confiere una expresividad radical. Pero todas suponen un alto en el discurso atropellado del día a día para reflexionar sobre nuestro horizonte colectivo. Las tiras de Nieto son como aquellos reconstituyentes prodigiosos de nuestra infancia. Las toman los protagonistas y se sienten los dueños de la pista; pero sobre todo, las disfrutan los lectores y con ellas cavilan o se inquietan o ríen que es un primor.

El volumen editado por la Junta apenas recoge una quinta parte de las ironías de Nieto en el período. Su concepción es el resultado de un proceso estricto, en el que el autor revisa sus carpetas y da una vuelta más a la tuerca diaria de la selección de asuntos. El relato resultante, después de los descartes, tiene una cadencia que redime al humor diario de su condición efímera. José María Nieto exhibe, en el manejo del lenguaje icónico y verbal que combinan las viñetas, su doble condición de artista plástico y fecundo pensador. De esa alianza se vaz decantand o un relato secuencial que traduce la pauta del argumento en una mirada profunda, reflexiva, a veces punzante, a menudo tierna, raramente severa y siempre lúcida.

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