Diario de León
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León

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Contracorriente miguel paz cabanas

Ciento setenta y siete años después de que Larra escribiese su célebre «Vuelva usted mañana», en este país, y en esta provincia, puede uno sufrir en sus carnes los efectos sangrantes de la burocracia más rancia. Les expondré un caso en el que omitiré nombres, porque aquí, o pillas a uno con los pantalones bajados, o no salen cornudos ni en las pelis porno. Una joven se intenta formar en una entidad sin ánimo de lucro dentro de un programa oficial y que tiene derecho a una beca. Le dicen que tiene que ir a Delegación a tramitarla. De allí que no, que deben asignarle antes un instituto público; aparentemente se lo dan, y tras pasarse por él la derivan a un segundo: en este se hacen los locos y un responsable de la entidad decide llamarlos personalmente para averiguar las razones. Consigue hablar con un funcionario que, finalmente, acepta el expediente-¦pero media hora después, no se sabe si por cachondeo o por alguna consigna jerárquica, con la muchacha delante, le suelta que «donde dije Diego, dije digo» y vuelta a empezar-¦es decir, camino de Delegación, donde, para rematar la faena, sentencian que ellos no registran nada y si te he visto no me acuerdo. ¿Suena laberíntico, verdad? Pues fue mucho peor: aunque no se lo crean, me he saltado varios pasos. La pobre chavala estuvo dando vueltas por León siendo testigo de cómo se las gasta la Administración: caras de póker, a mí usted qué me cuenta, búsquese la vida que no estoy para líos. Sea por miedo, negligencia o dejadez, el caso es que los aparatos burocráticos siguen estando por encima de las personas. Como además estamos hablando de dar dinero (recuerden: políticas sociales), para el carro, no vaya a ser que metamos la pata y, tenga derecho o no, haya que soltarle pasta a la niña. No sé a ustedes, a mí me parece bochornoso. Si Larra levantase la cabeza, volvería corrien do a la tumba.

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