Diario de León
Publicado por
ERNESTO ESCAPA
León

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Antes de que la pamplina navideña nos inhabilite el criterio durante una temporada, urge abordar un asunto que no puede pasar de largo, entre excusas y disculpas de soslayo. Se trata de la campaña de prejubilaciones a los 55 en las Cajas de Ahorro, que no es otra cosa que un ERE mayúsculo y desvergonzado. Las entidades en proceso de fusión, aliadas o abducidas despiden en Castilla y León a más de mil trabajadores, que durante veinticuatro meses van a cobrar de la exhausta hucha del paro. Los complementos y años sucesivos corren a cuenta del fondo regulador arbitrado para sacar a las entidades del pozo, que se nutre también con dinero público. La medida, aunque molesta, pudiera tener su lógica si el dispendio se paliara, siquiera simbólicamente, con severas sanciones a los responsables de la deriva suicida que ha seguido la gestión de las Cajas en los últimos tiempos. Pero de eso no hay nada.

Al contrario. Los ejecutivos de la catástrofe que no han sido ascendidos tienen puente de plata en su despedida, que les garantiza para los restos sueldo de controlador aéreo, pero sin estrés. Y qué decir de los consejeros, situados ahí para vigilar el escrupuloso cumplimiento del interés general. Mientras hubo, viajaron en familia por islas exóticas y continentes remotos, donde celebraban Consejos ornamentales para disimular. Cuando aquellos tiempos de excursiones neoyorkinas empezaban a decaer, recortaron el kilometraje pero no la frescura de sus dispendios. Unos y otros, ejecutivos y consejeros, más la embobada autoridad reguladora, fueron imprescindibles para alcanzar el grado de calamidad que ahora se nos ofrece. Aquellos linces, que se postularon como consejeros para salvaguardar el interés de los impositores y de la sociedad, han tenido que ser prorrogados en sus funciones para que no dinamitaran desde dentro el proceso de salvamento y aprovechan el regalo para multiplicar la celebración de Consejos bien retribuidos. A veces, dos diarios y en localidades distintas, para duplicar el ingreso.

Así se explica el gasto en dietas, cuya cifra movió a escándalo al conocerse hace unos días. Aquellos dicharacheros portavoces, que hacían valer la saludable singularidad de su Caja para no atenerse a criterio alguno de racionalidad, se han vuelto cautos y ya sólo miran por lo suyo. Cómo no recordar su descaro. Lo cierto es que a estas alturas los patios de operaciones de las entidades de ahorro arden de indignación comentando cómo consejeros pispos aprovechan el tirón de su privilegio para quedarse con pisos embargados en condición de bicocas. No uno por barba, sino dos. Y eso, para empezar. Bicocas por su precio y también por las condiciones de financiación, que no son las de mi hipoteca ni las de la suya.

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