Mirarse al espejo

La Unión del Pueblo Leonés considera una provocación el que Alberto Núñez Feijóo fuera invitado a la Cumbre del PP del Exterior, celebrada el fin de semana en León. Lo tachan de paladín de las eléctricas en contra del carbón leonés, porque el político gallego, en defensa de los intereses de su patria chica, apuesta por el consumo de carbón importado, más barato que el nacional, para las centrales de As Pontes y Meirama. No digo que no tengan razón, pero deberían de ser consecuentes con sus postulados nacionalistas. Los gallegos no hacen más que lo que predica la UPL para su tierra.

El PSOE, por boca del diputado Diego Moreno, pide que la Junta de Castilla y León no participe en la gestión del dinero del nuevo Plan Minero, que financia el gobierno central pero que llega a los ayuntamientos a través del gobierno autonómico. Su compañero, Ibán García, apunta que «la experiencia ha demostrado que la gestión directa con los ayuntamientos es mucho más rápida». No niego esta afirmación, sólo pediría a estos socialistas el ser consecuentes con ello. Sólo están en contra de las autonomías si las gobierna el PP, pero apoyan sin fisuras los nuevos Estatutos de Autonomía. ¿Se atreverían a decir en Cataluña o en el País Vasco lo que dicen en Castilla y León?

Las encuestas muestran el temor de los españoles a la desvertebración de España. El estado autonómico es insostenible, no por los problemas de la crisis sino porque las autonomías son el problema. Lo dijo en León José María Aznar: «lo que la mayoría de los españoles intuye es que el Estado es un estado marginal, y los estados marginales no son viables (...). España no da para tener 17 instituciones que hacen las mismas cosas». No hacen sólo las mismas cosas, sino que muchas veces, al defender con estrechez de miras sus intereses más particularistas, entran en contradicción con intereses generales. La debilidad del Estado impide tener una política energética común, racional y eficaz; en tal política radican los problemas del carbón leonés.

Esa política permite ver astillas en ojo ajeno pero no las vigas en el propio. Comentando esta máxima evangélica, afirma Schopenhauer en El arte de envejecer, «que observar y censurar los errores en los otros resulta un método muy apropiado para interiorizar nuestros propios errores». Así debería de ser, pero no estoy tan seguro como el filósofo, pues el espejo en el que se miran los políticos, como ocurre con los vampiros, no proyecta nada.

Desconozco si en este caso dicho efecto lo produce el espejo, es decir la España actual; o como en los vampiros, son los políticos los que han perdido su capacidad de verse como realmente son, alejados como están de la realidad y preocupaciones de los ciudadanos.