Diario de León
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CALLEJA
León

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La designación por Mariano Rajoy de Francisco Camps como candidato oficial del PP en la Comunidad de Valencia implica desde ahora al presidente del PP en la suerte penal y política que pueda tener el actual presidente de la Generalitat valenciana. Rajoy acaba de vincular su suerte política a la de Camps. A partir de ahora, los avatares judiciales de Camps tendrán repercusiones políticas también para Rajoy. No sabemos si esta designación es un acuse de recibo del mensaje lanzado desde el PP de Valencia: Rajoy debe saber que Camps fue la peseta que le faltaba para el duro de su designación como presidente del PP; o quizás la designación del valenciano es consecuencia del vértigo que le producía a Rajoy pensar en cambiar de candidato cuando queda muy poco para las elecciones de mayo. No cabe descartar que Rajoy se haya plegado al envite de Camps -que se adelantó hace días autoproclamándose candidato- consciente como es de que es preferible candidato imputado dentro del partido que líder local/regional dispuesto a montar un partido regionalista, tipo Álvarez-Cascos, y lanzado a difundir los secretos del PP fuera del partido.

La conclusión política es que Camps, un candidato imputado, caracterizado por un discurso errático, trufado de populismo y nacionalismo, acaba de sellar su suerte política y judicial a la suerte política de Rajoy. La pretensión de que un eventual triunfo electoral de Camps en las autonómicas de mayo lave de forma taumatúrgica sus responsabilidades políticas y penales forma parte del argumentario del PP, pero nada tiene que ver con la verdad política y judicial. Un político puede ser votado por sus paisanos, pero ello no le exime de haber recibido trajes de una trama corrupta, o de haber caído en un delito de presunta financiación ilegal de su partido.

Son dos cosas diferentes por mucho que de manera torticera se pretendan vincular como eximente, e incluso absolutoria, la primera de la segunda. Por otra parte, los tiempos políticos no deben coincidir con los judiciales y lo que sabemos hoy es que Camps no dijo la verdad cuando afirmó, rotundo y solemne, que se pagaba sus trajes, que Camps sí dijo la verdad cuando habló de amiguito del alma al referirse a uno de los chuscos personajes implicados en la trama de corrupción, y que Camps propuso inventar un término que superase al de amigo para definir a un magistrado que durante un tiempo tramitó su causa. Hay informes de la Agencia Tributaria y de la Policía española que acreditan que hubo delito y hay una investigación judicial que, a pesar de todos los obstáculos, sigue adelante y que puede sentar en el banquillo de los acusados a Camps. Esa imagen puede estallarle a Rajoy en el tramo final de la campaña para las elecciones generales.

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