Cócteles

El líder que aún se despierta en Moncloa es un filósofo y los discípulos siguen su doctrina a ciegas (« no hay que refundar el capitalismo, hay que refundar la sociedad entera ») aunque la realidad abrume. Esta noche, en El Deseo, nuevo rompeolas de las líbidos leonesas con paisaje de abundosas chicas fetén agitando la coctelera, a Francisco Fernández, el candidato, le servirán un cóctel y será Margarita. Sin duda el mejor para deshojar lo que viene y para ir entonado a la lucha con Emilio el rebajador. Hay mucho que hacer en el camino hacia la refundación de esa ciudad que se quiere colmada de felicidades. Pero igual se han equivocado de día-noche los desnortados asesores de cabecera del candidato que llegará al pub cargado con un carpetón donde dice «León suma contigo». Y tanto que suma: con guarismos de cabreo y desasosiego. ¿Alguien se atreverá a brindar, en la noche de la prelujuria, por los 40.000 parados que se beben cada día el amargo cóctel de la incertidumbre? ¿Y qué tal un meneillo de tequila y hielo granizado para celebrar que ya son 9.000 los hogares leoneses donde no trabaja ninguno de sus miembros?

Cruda realidad, pócima tripleseca que quema en la garganta. Hay mucha gente, a la que llaman ciudadanos, maduros desterrados a destiempo, jóvenes con la maleta siempre dispuesta, con másteres y lujo de don de lenguas, que se preguntan si acaso va con ellos toda esa liturgia de promesas, concentrados como están en lo más perentorio. Ellos sí que suman, y restan y dividen. Menos multiplicar, todo. ¿Es para ellos el AVE la panacea que viene? ¿Van a temblar de emoción cuando se oficie el ya próximo funeral por las barreras del Crucero? ¿Qué felicidad encontrarán enfocando su día infinito por la prolongación de Ordoño?

No sé por qué veo el vaso tan medio vacío. El líder, y sus súbditos, candidatos on the rocks que ponen en circulación el mantra monclovita, dirán que no es justo. Sí, ya sabemos que el sol no se ha puesto aún por última vez (Tito Livio). Sí, es posible que todo se haga por nuestro bien (después de atender, eso sí, el de los intocables sacerdotes del dios Mercado), pero vemos pasar a la gente triste y sin brújula. Hay como un futuro desnatado; y hay miedo. A casi todo. Ya sólo cabe esperar que, al menos, no nos digan a qué velocidad tenemos que bebernos el mojito.