Diario de León
León

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También circulé a 120, jugar al mus con una faria es de derechas y quedan vagos recuerdos de la gente que tenía empleo. Hay lista de espera para sumarse a ciertos clubes de fans en las redes sociales en este León decrépito y decadente, donde los índices de miseria se disparan al ritmo del chachachá y de las juergas nocturnas de políticos sin escrúpulos. El último aluvión de fieles internautas se agolpa en torno al ya célebre yo también invité a desayunar a Zapatero en tránsito por la LE-30; no faltan clientes para la agrupación que avisa al conductor de que se abstenga de viajar solo por las rondas de León. Las adhesiones corren riesgo de saturarse en el momento que Alejo se siente en rueda de prensa, engrase el omóplato y los dedos índices y proclame la cantidad de dinero que fluye por esta arteria a las arcas de papáestado.com.

La LE-30 se ha convertido en el templo de la multa. En la LE-30 fue donde se apareció el delegado del Gobierno, Alejo entronizado como un pantocrator, un padre abraham moderno sobre la traza que conduce a la maraña de puentes que entrelazan León con las autopistas que llevan hacia el norte -lo que Amilivia se empeñó en llamar gran nudo de comunicaciones- que remasterizó el papel de Moisés sobre el mar rojo con la muchedumbre en huida de la esclavitud. El progreso, ahí queda eso, se le oyó murmurar sobre la colina de Villacedré. Justo debajo anida ahora el estilo azul que saca a los automovilistas de la vía para explicarles la letra pequeña de la doctrina que vomita la perestroika zapaterista, especialmente a los imberbes que se creyeron que esa revolución les iba a quitar el mal aliento; se aparece Alejo como un Jean Reno trasunto de la chica de la curva, y desde el asiento trasero le recuerda al automovilista que es mortal sumiso a la receta del sistema: sutura para el carné y la cartera. Alejo se resiste a dar la recaudación. Se ve que intuye que hacer pública esa cuenta de resultados no iba a mejorar la percepción que el populacho oprimido tiene del jefe; la primicia de la pasta que genera el asfalto leonés se guarda para momentos sublimes, entreverados por las vísperas de elecciones en las que se estilan fábulas sobre lo bien que le va a la gente y lo mejor que le va a ir. Será un momento para no perderse: lo que no dice Alejo, la caja del afán recaudatorio que cada mañana sale a hacer presa en León. Se cae sobre ti, sólo queda el pronto pago.

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