Diario de León
Publicado por
MIGUEL PAZ CABANAS
León

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La antigua fábrica de productos químicos Abelló, actualmente sede de programas de empleo de Ildefe, tiene algo de factoría de cuento agridulce de Roal Dahl, o de edificio victoriano de novela de Dickens. Da la sensación de pasar inadvertido entre esa herradura de bloques que le construyeron hace décadas (en tiempos de Morano, que por poco se lo carga), pero su presencia y su pasado confieren a este edificio una singularidad extraordinaria. Primero porque, según refieren los parroquianos más viejos del Maragato, allí hubo un hangar de la tristemente célebre Legión Cóndor y porque, además de relacionarse con los orígenes de un famoso «condenado» (que ahora escribe best-sellers y ejerce de tertuliante-¦las vueltas que da la vida), en sus laboratorios se fabricaron algunos de los medicamentos más populares de la época. Pero también porque desde hace casi quince años (cuando no era más que un contenedor vacío y una patata caliente para el consistorio), se han venido desarrollando en sus antiguos talleres multitud de actividades dirigidas a promover la inserción sociolaboral de los leoneses, incluyendo cursos de formación para desempleados o centros de apoyo a menores con medidas tutelares. El Complejo Abelló ha albergado, por ejemplo, la primera Escuela Taller de Energías Renovables de la provincia y de uno de sus programas salió la primera mujer de etnia gitana que se matriculó en la Universidad de León. Curiosa, y elocuentemente, no han sido muchos los políticos que han puestos sus pies en él (siempre hay agendas más rutilantes y coloristas), pero lo que puedo garantizarles es que gente de la calle, del pueblo en suma, ha pasado a cientos. En estos tiempos de tanta pompa corrupta y circunstancias grotescas, resulta estimulante pensar que siguen existiendo sitios que, a lo mejor desde cierto anonimato, se convierten en verdaderos espacios de intermediación y participación social. De alguna forma, el Complejo Abelló, con su aire de nostalgia industrial y su enorme chimenea de ladrillo rojo, parece hablarnos de su memoria laboriosa, y de que el futuro también se construye desde ese tesón silencioso de quienes acostumbran a trabajar sin meter mucho ruido. Vamos, lo que se lleva hoy en día.

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