Diario de León

HISTORIAS DEL REINO

Artistas, grafiteros y gamberros

Publicado por
MARGARITA TORRES
León

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Tengo un amigo con una casa guapina en el centro de León, a un tiro de piedra de vidriera de catedral, que se gastó fortuna y media en arreglarla para que, apenas si un par de meses después, un grupo de adolescentes malcriados se encargaran de mandar la fachada a tomar por Carrasconquillos. Si fuera la única de la ciudad, pues en fin. Pero por desgracia es un ejemplo más entre cientos.

Si nos ponemos estupendos podemos clasificar los grafitis en varios tipos: los artísticos, nacidos en las zonas underground de Estados Unidos de América; los tags que equivalen en cristiano a las firmas a varios colores; los eslóganes que recogen mensaje político o reivindicativo de esta sociedad inhuma; y los célebres letrinalia, osea: la pintada de toda la vida en la puerta del baño público. Fuera de estos grupos encontramos la puñetada grafitera, hecha por pandilleros que marcan puertas para identificar si esa casa o negocio es objetivo de posible robo, por gamberros de medio pelaje de ese rebaño de borregos que igual queman mendigos que matan a una compañera por probar lo que se siente, o por simples idiotas que circunscriben a una monigotada toda su virilidad.

En los últimos tres años el grupo Paidós de la Policía Local de León ha conseguido identificar a siete grafiteros jóvenes, adolescentes, de esos tan majos que se dedican a chingar paredes como otros a violar puertas, romper a patadas los retrovisores de los coches por diversión o asustar doncellas que se cruzan en su camino mientras revientan botellas a altas horas de la mañana contra los cristales de los coches. 60.000 euros de multa por 700 pintadas, lo que supone unos 85 euros por chuminada a rotulador o aerosol. ¡Qué vergüenza! Sobre todo si lo comparamos con lo ocurrido hace pocos meses a una empresaria catalana que, cansada de limpiar grafitimierda de la trapa de su negocio y que las autoridades de patrimonio nada hicieran por evitarlo, encargó uno bueno a un artista de nombre. Pues bien, las mismas les multaron por -œatentado contra el patrimonio- al encontrarse el negocio en zona histórica. Manda narices este país.

En León, al menos, el que la hace la paga, aunque sea en forma de propinilla paterna de fin de semana a botellón y disco. A veces me pregunto qué ocurriría si a esos mismos giliatontados de personalidad en bote de aerosol de todo a cien se les forzara, no a pagar esa cantidad ridícula, sino a limpiar las fachadas que han estropeado, a limpiar las calles en las que se encuentran durante un par de semanas, o a reparar sus desmanes con servicios a la comunidad, pongamos por caso ayudando ancianos o colaborando con Cáritas de forma gratuita. Quizás entonces se lo pensarían dos veces. Aunque sigo considerando que el problema de fondo radica en la sociedad que permite las actuaciones de estos cretinos, en los padres que pagan las multas y callan, en todos nosotros.

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