Diario de León
León

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E l éxito de la estrategia social que se ha dado en llamar conciliación de la vida familiar y laboral, que repiten como loritos los encargados de cobrar por dirigir las áreas sociales de los gobiernos, se llama abuelita. Conciliar la vida familiar y laboral es una de las expresiones camelo que quieren que nos traguemos. En esencia, sin embargo, no tiene más que el esqueleto burocrático que la administración quiera aportarle. Se vende como algo muy avanzado, lustroso, vanguardista; pero está vacío de otra cosa que de palabras.

Eso que trata de auspiciar, el concilio del trabajo y la familia, que si el político habla despacio es una expresión que puede llenar hasta 10 segundos de un informativo de radio, o más, reside en la voluntad de los abuelos, sacrificados por arrullar en esta sociedad que devora con prisas irreflexivas a jóvenes familias en las que no llega con el sueldo de dos para comer uno, ni con las 24 horas del día para atender al trabajo -”al que le quede después del vendaval Zapatero-” y a los niños, a la hipoteca y a las actividades extraescolares, la academia y el reloj.

Si se observa la salida del cole de cualquier centro educativo de la ciudad se puede comprender que abuelita está ya en funciones de directora general para asuntos de la conciliación de la vida laboral y familiar; y que abuelo puede ejercer en veces de secretario de la misma consejería. Ahí está resumido el futuro de esta sociedad apurada por un ritmo de vida que nadie quiere y a la vez nadie es capaz de sacudirse de encima. Abuelito y abuelita se preparan ya para una nueva prueba de esfuerzo mientras la tercera generación que contribuirán a sacar a flote les permite descansar de la labor encomiable durante el curso escolar: a partir de septiembre tendrán que madrugar (más) si se cumplen las perspectivas de la Junta con el programa de pequeños madrugadores. El personal de las guarderías piensa ya en el Tranquimazin temerosos del nuevo horario que se cierne sobre el Bocyl y que estrenarán a la vuelta de agosto. De paso, el recorte licuará puestos de trabajo en los que han encontrado un refugio jóvenes licenciadas/os leonesas/es, maestros/as, pedagogos/as, que tendrán que coger el petate y el tren. Y abuelita y abuelito darán otra lección de tenacidad por sus nietos mientras los papás trabajan por conciliar la vida familiar y laboral, que en León es una cantinela política. Otra más.

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