Diario de León

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Dijo Zapatero, y no le faltaba razón, que, para él, el 20 de noviembre, que es la fecha a la que ha adelantado las elecciones, no es sino un día más. Tampoco Mariano Rajoy concedió demasiada importancia a la pregunta que le hizo un periodista -"extranjero, claro-" acerca de si tenía algún significado emblemático el presunto regreso «de la derecha» precisamente en el 36 aniversario de la muerte de Franco. Menuda bobada.

Es cierto que Zapatero podría haber hecho muchas cosas mucho mejor. Y otras que hizo bien podría habérselas ahorrado, especialmente en ese punto neurálgico que acabo de apuntar: la marcha de las autonomías. Es cierto que Zapatero llegó sin la menor idea de economía y se va habiendo experimentado en sus carnes que solamente acertó cuando rectificó sus muchos dislates en la materia. Y sí, es también verdad, a mi entender, que aquel diputado leonés que llegó hasta La Moncloa tenía más parecido con un indignado del 15-m que con un primer ministro europeo según los moldes clásicos.

Y, sobre todo, en su debe yo colocaría el desdén mostrado en esta su segunda legislatura por el pacto a gran escala: se equivocó sobre la llegada y alcance de la crisis y eso le hizo extender su famoso optimismo más allá de lo razonable, rechazando pedir ayuda al otro gran partido nacional y refugiándose, por el contrario, en alianzas coyunturales contra natura con quienes solo pensaban en aprovecharse del Estado, no aprovechar al Estado. Pero también es verdad que en el haber del presidente que se marcha hay algunas cosas, incluyendo el adelantamiento electoral: los avances en la lucha contra ETA, quizá la más relevante. Mucho se le ha criticado en este aspecto, pero, en mi opinión, han sido críticas sin justicia y con escaso fundamento. Ha impregnado, por otra parte, su trayecto por el poder de una conciencia social que, no obstante, no siempre se ha visto plasmada con éxito en el Boletín Oficial del Estado. Ha hecho que muchas verdades y situaciones asentadas y obsoletas se pusieran en tela de juicio, aunque, en verdad, casi nada se ha tocado a fondo. No ha sidoel revolucionario que a él le hubiera gustado ser.

Desde luego, si el 20-N-1975 se inauguró una nueva era, algo semejante ocurrirá, de manera inevitable, el 20-N-2011. Pero no será Zapatero quien pilote esa etapa tan importante, y estoy seguro de que esa, porque ZP es un político de raza, es su mayor fuente de amargura. Estuve en la rueda de prensa que era casi su despedida y le ví más sereno que en otras ocasiones; me parece que ha soltado lastre. Creo que confía en el hombre que, en el socialismo, quiere ser su sucesor, y tengo la impresión de que se ha entendido mejor de lo que parecía con un Rajoy a quien le ha consultado más cosas de lo que parece, entre ellas la fecha de las elecciones. Ahora, Zapatero aguarda, creo que con una relativa tranquilidad, el veredicto futuro de la Historia. Será más benévolo con él, pienso, que el presente.

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