Diario de León
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ANTONIO PAPELL
León

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Es un hecho que la socialdemocracia no ha encontrado su rumbo ideológico desde la caída del Muro de Berlín, en 1989. Y en el caso español, el PSOE, en el poder desde 2004, ha tenido que enfrentarse a la gravísima crisis del sistema económico global, que ha fracasado por los abusos del sistema financiero internacional nacido precisamente del neoliberalismo triunfante, en el límite de lo que previeron en su día Reagan y Thatcher

Lo cierto es que Zapatero, presionado por la coyuntura y por la Unión Europea, ha tenido que comprimir el estado de bienestar, realizar reformas estructurales de claro corte conservador, renunciar a algunas metas que se había fijado. Tanto es así que existe consenso entre los analistas sobre la próxima contracción de los grandes servicios públicos, inexorable si se quiere mantener los grandes equilibrios macroeconómicos. Más allá de la propaganda preelectoral, parece descontado que en la próxima legislatura habrá copago sanitario y que serán inexorables ciertos recortes en educación. Ante esta coyuntura, difícilmente la socialdemocracia europea —española incluida— podrá ofrecer grandes opciones alternativas. El gran consenso fundacional europeo es conservador y se basa en la ortodoxia, en la estabilidad presupuestaria, en la desregulación de los mercados y en un Estado cuyo papel esencial es la supervisión y el control de los operadores. Sin embargo, existe un camino practicable para la recuperación del humanismo social.

La autonomía de los Estados nacionales dentro de la UE es escasa pero alcanza a la presión fiscal. Plegándose a ciertas pautas de armonización en el impuesto de sociedades, cada país podrá gestionar su fiscalidad como considere oportuno. Y lo cabal para el centro izquierda es ofertar claramente, sin disimulos populistas, la cruda realidad a los electores: el Estado de Bienestar con unos grandes servicios públicos, universales y gratuitos, requiere pagar unos determinados impuestos. Éste ha de ser el trato con los ciudadanos.

La objeción es que si se destina un porcentaje elevado del PIB a sostener el Estado de Bienestar se detraerán recursos de la economía productiva, con lo que el país crecerá más despacio o no crecerá. Esta tesis puede eludirse por el mismo procedimiento que hemos de aplicar para salir de la crisis: incrementando la productividad. El gobierno que pretenda defender con beligerancia el Estado de Bienestar podrá conseguirlo sin renunciar al crecimiento si dedica los mayores esfuerzos a la educación y a la investigación. Se trata de desarrollar nuevas e innovadoras iniciativas a fuerza de inteligencia, trabajo y capital humano.

Este planteamiento no es opuesto al que pueda formular el centro-derecha, que también postula indudablemente buenos servicios públicos y la modernización del país. Y es que los conceptos derecha e izquierda ya no significan posiciones antagónicas sino tendencias distintas. Ambos se diferencian no tanto en los valores que abrazan cuanto en el énfasis que ponen al abrazarlos.

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