Diario de León
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Un simple cambio de costumbre —y de señales— serviría para convertir las calles de la ciudad en un lugar más seguro. Y también más silencioso. Lo avalan todos los estudios hechos hasta el momento. A 50 kilómetros por hora, la velocidad máxima a la que se puede circular por vías urbanas y travesías, se necesitan al menos 25 metros para frenar. Pasar de 60 kilómetros por hora, una velocidad que no es inusual, multiplica por 10 el riesgo de sufrir un accidente en la ciudad. A esa misma velocidad no se salva ningún peatón atropellado, a 50 kilómetros mueren la mitad y a 30 kilómetros por hora no correrían peligro mortal el 95%. Razones suficientes para moderar la velocidad.

Hace bien el Ayuntamiento en apostar por más zonas 30 en León, pese al rechazo de una gran parte de los conductores. Y en incrementar los lugares de vigilancia con radares. Las cifras que hoy publica este periódico invitan a una reflexión por parte de la sociedad. Que 26 personas hayan sido atropelladas en la provincia en mes y medio es inaceptable. Y si bien es cierto que un alto número de los atropellos se deben a despistes e imprudencias de los peatones, y al hecho de no cruzar por los pasos de cebra, los informes de los expertos avalan la necesidad de adoptar medidas, a veces punitivas, para frenar la velocidad. Aunque no siempre es necesario multar. Basta un ejemplo: la señal luminosa que advierte a los conductores lo deprisa que van ha reducido el número de incidentes en Eras de Renueva, antes una vía rápida.

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