Diario de León
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Como si fuera una proeza dicen los periódicos que el Ayuntamiento de León se propone recuperar la Edad Media haciéndola accesible; que el medievo es urbanísticamente ilegal porque no tiene en cuenta a los minusválidos, ni a las personas mayores, ni a las terrazas de los bares.

A tal efecto sacan a concurso sin debate social previo una obra de reforma, casi reactualización, de la Plaza del Grano, ese maravilloso enclave leonés repleto de belleza, expresividad y el tono recio de una época a la que nos retrotrae para insuflarnos memoria, comprensión y perspectiva.

Al parecer, amén de dotarla de un mobiliario urbano estándar que sirva también para otros enclaves señeros de la ciudad, pretenden enmaderar en parte los «imperfectos» cantos rodados de esa plaza para hacerla accesible. Sí, pretenden corregirla porque creen que está mal hecha o, en su defecto, no está a la moda de hoy. Pues claro que no es accesible ni está a la moda de hoy: es que es medieval, oiga...

Detecto a tal efecto una inquietud entre la gente veterana y con más rigor estético de la ciudad. Me hablan de la irreversibilidad de este tipo de actuaciones las cuales, en su día, ya hicieron desaparecer edificios de valía de esta ciudad, León, cuyo encanto arquitectónico estriba en esa magia que tiene el que el pasado conviva a cada paso con el presente.

En la tertulia de la Cafetería de Las Cortes de Antonio Gamoneda, Alejandro Vargas, Modesto Llamas Gil, Amancio González, Pablo de la Varga, Fernando Bayón y compañía se expresaba dicha inquietud. ¿Poner madera sobre los cantos medievales?

Se comentaba sobre como era en principio y en esencia esa plaza suspendida en el vértice del tiempo, ese lugar que es un poco de eternidad en medio de la caducidad diaria, y se concluía que, amén de un arreglo y lavado de cara, a esa bellísima plaza no le falta nada. Más bien le sobra: le sobran esos árboles de ribera añadidos a posteriori y que ahora no dejan ver la plaza a escala, como fue concebida. Y sin duda alguna le sobra esa casa de ladrillo visto allí medioconstruida que desentona más que un japonés vestido de lagarterana en un cuadro de Tiziano.

Reparar la Plaza del Grano sí, curar sus desconchones también, pero no tratar de hacer el pasado presente enmaderándolo con pasarelas como si en vez de una plaza medieval fuera una playa porque su irradiante belleza proviene de su condición de estar así, anacrónica, sin accesibilidad, sin regularidad, con una antigua pureza constructiva que hemos perdido y valoramos... Esa plaza es hermosa, tradicional irregular, recia, continuista y de difícil accesibilidad pero pura y de ley como nosotros, los leoneses. No nos cambien. No la cambien. Sólo cúrenla.

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