Diario de León

FUEGO AMIGO

Españoles en el Gulag

Publicado por
ernesto escapa
León

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Secundino Serrano es un historiador de pálpito y brío narrativo, que consigue en sus ensayos que los lectores acabemos enganchados a la peripecia de sus personajes. Para ello, evita los escenarios tópicos y ha ido fijando su atención en aventuras singulares, como la resistencia utópica de los guerrilleros durante el primer Franquismo, la gesta de los españoles que vencieron a Hitler o las siniestras vicisitudes padecidas por un grupo de republicanos españoles en los campos de trabajo de Stalin. Incluso su contribución a la Historia de España de Tuñón de Lara, donde firmó el capítulo sobre la transición, se aleja de la componenda y articula los datos con ritmo de avezado narrador. La tragedia de los republicanos españoles bajo el estalinismo la representan, entre varios miles, el aviador vallisoletano Julio Villanueva Flores y el médico extremeño Juan Bote. Habían llegado como marinos o aviadores en prácticas, como niños de la guerra o desertores de la División Azul.

En ese recorrido por las cunetas de la historia, donde reposa en medio del mayor descuido la aventura de la gente común, Secundino Serrano encontró en el Centro de la Memoria de Salamanca un sobre con papeles y fotografías de los republicanos que recalaron con la mayor ilusión en la Unión Soviética y acabaron como mercancía apestada. Aquella documentación recogía los esfuerzos de algunos exiliados en Francia por conseguir su liberación, mientras los dirigentes comunistas españoles miraban para otro lado. Uno de esos redentores fue el ministro de la República Rafael Sánchez Guerra, que había salido del penal de Cuéllar, después de presidir al Real Madrid, y acabó sus días como lego dominico en el convento de Villava, en Navarra. Pero no fue el único.

Los lectores de Malaparte en Kaputt recordamos el episodio del frente de Kaunas en el que un general finés aliado de los nazis hace prisioneros en 1942 a 18 soldados «rusos» que se declaran españoles. Eran niños de la guerra convertidos en carne de cañón. Foxá estaba como diplomático en Helsinki y se encargó de organizar su repatriación. Hubo más viajes de vuelta (en 1947 llegó el traductor José Laín Entralgo), pero el gran momento del retorno, que la propaganda franquista montó a lo grande, tuvo lugar en abril de 1954, con la llegada del barco Semíramis a Barcelona, donde aclaman a los «rusos» un millón de personas. En los años siguientes, habrá nuevas expediciones, pero ya sin aquel fervor en la recepción. El encaje de los aparecidos después de quince años no siempre fue fácil. El berciano Joaquín Montaña se encontró con que ya le habían hecho los funerales en Villafranca. Y muchos cargaron con la temible sospecha de ser considerados como caballos de Troya del comunismo.

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