Diario de León
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Con el fallecimiento del periodista José Luis Estrada se arrancan muchas páginas de mi propia biografía, de la profesional y de la personal. Le conocí en la vieja redacción de Diario de León, en Lucas de Tuy. Los sentimientos de pesar me dificultan escribir la semblanza que quisiera, pero sí hay dos recuerdos que deseo compartir con el lector. En Burgos, él y su mujer —la también periodista Esther Bajo— denunciaron hechos que otros silenciaban o por los que pasaban de puntillas, en lo que fue una intensa batalla de David contra Goliat. Vela Zanetti, preocupado por ellos, me dijo en su casa de Milagros: «Dile a tus amigos que regresen a León, que han luchado más allá de lo exigible, lo han dado ya todo. Además, si combates durante mucho tiempo contra un enemigo te contagias de sus defectos…». Volvieron mucho después para seguir luchando contra otros gigantes, sin impregnarse jamás de aquello a lo combatían. Hace unas semanas, en un encuentro causal, o quizá no tan causal, que tuvimos me transmitió la misma bondad de siempre. Algunos seres logran aprender sin endurecerse. Ninguna experiencia amarga le cambió en lo esencial, aunque, sin duda, conocía cómo se las gasta la condición humana.

El otro recuerdo: paseábamos por Gran Vía de San Marcos, todavía no era director de La Crónica , y me dijo: «Lo más valioso que posee una persona no es el dinero, sino el tiempo. Quien te da su tiempo te está dando lo mejor de sí». Nunca he olvidado sus palabras. Y lamento ahora nuestro propio tiempo perdido. José Luis y Esther fueron siempre generosos con el suyo. Los ingleses dicen «time is money», con un sentido mercantil y práctico, pero la clase de tiempo al que él se refería no lo marca las agujas del reloj sino el corazón. Darse, darnos. Tenías razón.

Con su adiós, a mi promoción se le ha apagado otra luz. Cuando nos conocimos ni siquiera los ordenadores habían sustituido a la máquina de escribir, pero todo eso es mera anécdota cronológica, lo importante son los destellos de un tiempo dorado —íntimo, invisible y hermoso—, fuera de las cronologías, que no cabe en las líneas de una columna. Lo importante es el tiempo fuera del tiempo. Adiós, querido amigo, descansa en paz. Ya eres eternidad.

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