Diario de León
Publicado por
LUIS ARTIGUE
León

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Una vez estuve en coma durante tanto tiempo que mi cuerpo parecía de plata —años de lucha y desafíos intentando descifrarme a mí mismo con visores nocturnos mientras desde el graderío las enfermeras me leían poemas de Rilke como quien los tira a un pozo—.

Y ahora me lo ha recordado este revoltijo de poesía y luz —el coma era eso, negrura, poesía y luz; algo parecido a quedarse dormido en el bosque de cara a las estrellas y que las pesadillas no tuvieran paredes— que ha significado asistir al concierto que ayer, como quienes esparcen emociones impagables, le ha regalado a León Vetusta Morla.

En efecto sabía que esta semana yo tenía un buen plan para despertar de la apatía cultural, y en verdad me ha surtido efecto, pues la música, cumplidora como un designio de los dioses, siempre te da lo que promete.

«El valor para marcharse y el miedo a llegar»… Sí, una canción hipnótica, intimista y onírica de Vetusta Morla me ha sacado de mí mismo con agradecible delicadeza y transportado a Copenhague… «Nunca saber donde puedes terminar. O empezar»… Tendremos que agradecerle a la música que siempre nos permita sentir lo ya sentido.

A veces es imposible no sentirse indefenso frente a la arrogancia de la belleza.

Sí, una canción de este grupo casi inddie de sonido elaborado y decantador de un lirismo digamos que oceánico —«la marea me dejó la piel cuarteada, la miel en los labios, la piernas enterradas. La marea me dejó los versos borrados, la tinta, un borrón y un papel mojado»— me ha llevado a confines interiores de mí mismo mediante un inspirador sonido directo capaz de sintonizarte el cuerpo con el alma: «¡si pudiera hacer algo más que morir de pie en el límite!».

Suceden prodigios emocionales en esta ciudad de vez en vez, y hay que saber atesorarlos porque, las más de las veces, la vida rasga.

Una canción. Un concierto en el que estábamos los que ya habíamos llegado y los que no iban a llegar nunca; uno en el que se reza el ángelus de los sueños y el rosario de las lamentaciones del amor. Un concierto como una convocatoria en plena línea de fuego, un baño de alma, un resplandor.

Este grupo es una confluencia, casi mezcla, de poetas del misterio triunfadores y florales, y poetas de la resistencia vanguardistas e introspectivos. La voz equilibrista, balsámica, del cantante. El guitarrista que dice sin decirlo que el amor es una forma de tocar. Y el resto: galaxia flotante de sonidos que han dejado el alma de León en suspensión durante ese monopolio de la intersubjetividad llamado viernes noche…

Una canción desinfectante como el aguarrás o la tristeza me ha devuelto a mí mismo. Gracias.

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