Diario de León

FUEGO AMIGO

La casona de los urogallos

Publicado por
ernesto escapa
León

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La montaña leonesa está organizada en espacios comarcales dotados de una poderosa identidad y, aparte de las asechanzas del carbón y de los pantanos, apenas ha padecido alteraciones. En la montaña occidental, Laciana recibió sucesivos impactos de la minería y una cadena de embalses en el alto Sil. El tren hullero inaugurado por el ministro catalán Cambó, en la segunda década del pasado siglo, hizo rentable el negocio del carbón en el idílico Valle de la libertad. Lugares antaño tan hermosos como Villaseca adquirieron el aspecto sombrío y mezquino de un gulag, mientras la naturaleza de las brañas va recobrando donde la dejan ese primitivo esplendor que reconoce la declaración de Reserva de la Biosfera.

La comarca de Luna, minera en el entorno de La Magdalena, fue anegada en su tramo alto por el embalse de Los Barrios, antes de ser literalmente sajada por el paso de una autopista construida cuando la protección de la naturaleza sonaba a música celestial. Entre Luna y Laciana, Babia ha visto troceada su identidad por razones rotundamente pueblerinas. De ahí que en el mapa de los espacios naturales figure disminuida como Valle de San Emiliano, que es uno de los dos municipios que la integran. Todo este proceso contemporáneo de desarrollo y convulsiones fue dejando orillada a Omaña, que es la cuarta pieza del puzzle de la montaña occidental. En su cabecera, al pie de los montes que alimentan las fuentes del río que le da nombre, se asienta Murias de Paredes, la que fue capital administrativa de todas estas comarcas.

A lo largo de Omaña y de sus valles caudales son frecuentes las casonas nobiliarias, en general muy venidas a menos, pero con una heráldica orgullosa que se resiste a perder sus trazas. Hace un siglo Murias era uno de los distritos de la Restauración, donde se manejaban los asuntos de la montaña occidental. Incluso contaba con una acreditada Colonia en Madrid, que se distinguía por su porte señorial y por el caché de los almuerzos que periódicamente organizaba en el Ritz, para agasajar y suavizar a los ministros de la época.

Así que la curia de Murias no era levítica, sino civil, un tropel de abogados, procuradores, jueces o notarios con tanto lustre como escaso provecho. De todo aquel repertorio postinero apenas se conserva una Casona solariega, cuyo tamaño abruma al resto del caserío. De sus zahúrdas partió la Cuerda de presos novelada por Tomás Salvador. Recuperada del abandono por el tesón de la alcaldesa Carmen Mallo, abrió sus puertas a la cultura este verano y aspira a mostrar la riqueza natural de la Reserva de la Biosfera. En el camino hacia Montrondo, buscando las fuentes del Omaña, las umbrías del río cobijan el monte de abedules que protege a los últimos urogallos.

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