Diario de León

LA ESPUMA DE LOS DÍAS

Un pendón municipal más

Publicado por
MARGARITA TORRES
León

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Sí, como lo oyen. Una escultura de bronce con el evocador título de Pendón leonés , adquirida por nuestro consistorio, ha sido instalada en el salón de plenos. Así, sin explicar el material, bien pareciera que abordáramos la posibilidad de supuesto nuevo inquilino o inquilina en el territorio municipal. Sea dicho con el respeto debido a los altos estandartes de nuestra patria chica, pues lucir pendones, como irse de picos pardos, son expresiones antiguas, medievales incluso, dignas hijas de nuestro un día digno reino.

Que algunos políticos, de toda época y condición, gusten de faldas o pantalones que no pertenecen a la parienta o pariento es bien conocido por todos. Llamarles pendones es engrandecer su condición licenciosa. De ahí que, antaño, distinguiesen los mayores entre pendón, pendoneta, estandarte, bandera y diz que hasta Alfonso X El Sabio, bastante pendón él mismo, explicó con pelos reales y señales qué dimensiones debían disponerse para representar sobre las nobles telas los emblemas del monarca, los señores, laicos o eclesiásticos, o los concejos ya de León o de Castilla.

Herencia singular leonesa, habitual en eventos y conmemoraciones, herederos de los que un día acaudillaron tropas contra los moros. Es por ello que el color del reino se encuentra presente en la mayoría de los mismos, como el verde, evocador del islam, nuestro alter ego peninsular durante ocho siglos. Todo un lenguaje el que puede leerse en cada una de esas joyas que desafía al viento.

Pero si honorable es la historia de nuestros pendones, un punto dicharachera nos parece la municipal. Y fuera de emplazamiento adecuado. Bien pudo lucir este símbolo en el Palacio de los Condes de Luna, que un día soñó con convertirse en referente del pasado del Reino y quedó en eso: ensoñación y palabras. Un buen escenario para recordar una tradición milenaria.

Mas quien se enfrente ante el Salón de Plenos a la escultura del fraile dominico Miguel Iribertegui encontrará que, lejos de provocar exaltación tienta a sonrisa el tema de alzar pendones chuchurrios de viento e iniciativa. No por la obra, que es buena, sino por el recochineito del emplazamiento y la concepción escénica que más recuerda la mítica fotografía de la batalla de Iwo Jima, cuando un grupo de seis soldados estadounidenses, bravos marines, alzan su bandera de barras y estrellas en el japonés monte Suribachi. Tampoco escapa a la guasa que el Ayuntamiento y sus inquilinos temporales andan de tela caída. Este pendón municipal, el último en llegar, simboliza al León presente: un grupo de hombres del pueblo tratando de levantar un país que otros, como el viento, han derribado a tierra. Visto así, tal vez tenga algo de agorera esta obra.

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