Diario de León

LA 5.ª ESQUINA

Los que murieron sin ver el mar

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jesús á. courel
León

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Mi abuela Felisa murió sin ver el mar. Había nacido en La Chana de Borrenes en 1879. Sus padres fallecieron jóvenes, dejando tres hijos pequeños: Felisa, con diez años, Clarisa con cinco y Serafín con dos. Las últimas palabras de su padre, natural de Trabazos (Ourense), fueron para Felisa: «miña queridiña, si me daran permiso pa volverte a ver». Su madre, Isabel, no hacía más que llorar por la pérdida del marido y, a los dos años, murió sin llegar a cumplir los cuarenta. El médico certificó la muerte por «pulmonía aguda del aparato respiratorio». Poco tiempo antes había desatascado la presa que abastecía uno de los molinos de Isorga (entre Chana y Orellán), con sus propias manos y estando el agua helada.

Con 12 años, Felisa dejó la escuela, al despedir sus abuelos la pastora que tenían asalariada y sustituirla por ella. Fue dos años con las ovejas. Luego pasó al trabajo en el campo, del que nunca se quejó. Decía que aún en la época de la siega, siempre corría un poco de brisa. Dormían la siesta en el suelo, sobre el mantelo, mandil hecho con urdimbre de lino y lana. Y para que no les diese el sol en la cabeza, hacían un haz de mies provisional que colocaban en vertical para tener sombra.

Cuando iban con los bueyes a pastar, los hombres llevaban la «batedera» para represar los prados y las mujeres una cestita con algo para coser. Mi abuela Felisa, debajo de la costura, tenía libros de Gramática, Aritmética, etc. Con tesón, cuidando el ganado y haciendo las labores que le correspondían, se hizo maestra nacional en 1909 (su padre la llamaba «mi maestriña»), ejerciendo su profesión en Castrillo de Cepeda, Corrales de Barjas, San Andrés de Montejos, Lagüellos, El Ganso, Rimor y en su pueblo, La Chana, donde se jubiló en 1949. Tuvo seis hijos, de los que murieron tres: Pepín, con nueve años de sarampión, Xefín con 3 y Arturo, ahogado en el río Jerte (Cáceres), con veinte al acabar la guerra.

En sus años de docente enseñaba geografía, además de valores morales de los que daba ejemplo con una conducta honesta y recta, aunque le tocara vivir una época desastrosa, entre la miseria del final del XIX, la emigración de comienzos del XX, Guerra Civil, posguerra… Su generación estuvo atrapada por situaciones calamitosas, con un destino trágico. La miseria, marginación y penalidades les empujarían a una frustración social, donde la violencia y el enfrentamiento se adueñaron de muchas conciencias. Pero ella, y otros muchos, trabajaron siempre para mantener el equilibrio de una condición humana en la que también caben humildad, generosidad, prudencia y respeto a los demás. Y murió sin ver el mar… Había que hacer algo.

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