Diario de León
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CABALLERO
León

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No sabe uno quién pone nombre a los productos financieros, que suelen venir bautizados de Estados Unidos para aparentar importancia, como las series de Cuatro y los alargadores de pene de la teletienda, pero al padrino del término preferentes habría darle asiento en la Real Academia de la Lengua, pero para que no se vuelva a levantar. Un genio que cualquier agencia de publicidad se disputaría, pues con apenas una palabra ha metido en el bote a miles de ahorradores. Personas que en su mayoría se han pasado la vida empeñados en trabajar con el fin de tener dinero para el día de mañana, para cuando los hijos lo necesitaran, para cuando la salud mandara carta de aviso con el remite del signo del zodiaco o del olvido, para la jubilación tranquila, para una residencia de ancianos cerca de casa en la que poder disfrutar de los nietos, para si hacía falta... Para justo ahora, según están las cosas, cuando les explican en el banco que la preferencia significa que no pueden retirar el dinero, que como mucho entre un 40 y un 75%, que se las convierten en acciones o bonos, que está peor la entidad bancaria, a la que tiene que prestarle el Estado, del que forma parte el propio paisano con sus impuestos.

El timo de las preferentes, como antaño el tocomocho o las estampitas, ha tenido su furor en los pueblos leoneses en los que el director de banco todavía es autoridad, como el cabo de la Guardia Civil, el médico y el veterinario. Una persona en la que confiar que convenció a los paisanos de que aquello era cosa segura, como un plazo fijo, que podían recuperarlo sin problemas, que para qué iban a tener ese dinero ahí parado. La larga lista de damnificados que ahora pasan por las asambleas organizadas en toda la provincia, donde se calcula que hay cerca de 20.000 estafados por Ceiss: el artista anteriormente conocido como Caja España. Ahorradores que han tocado a la puerta de la justicia para ver si les hacen caso y les ha abierto la puerta la Policía para tomarles declaración en la que expliquen cómo les robaron la cartera, dónde les pegaron el tirón del bolso y si sabían que aquello que firmaban iba a obligar a sus nietos a tener descendencia para poder cobrarlo.

Unos testificales en los que sería bueno que los agentes llevaran un diccionario de mano para buscar la palabra preferente: «Que tiene preferencia o superioridad sobre algo». Vamos, lo que significa un banco aquí.

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