Diario de León

LA 5.ª ESQUINA

El Dilema de los epitafios

Publicado por
JESÚS Á. COUREL
León

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Cuando pasamos muchas horas al volante, no hay nada como la radio para evadirse de la monotonía de la carretera. Condenados a elegir desde la expulsión del Paraíso, inclinamos nuestros gustos hacia un programa o una cadena y, en una onda más corta, buscamos relatos auditivos que nos regalen la oreja. En mi caso, echo de menos un espacio que desapareció hace un par de años. Era un pequeño rincón sonoro, dentro de los informativos de Radio Nacional, que se emitía puntualmente a las 7,35 de la mañana. Lo dirigía Nieves Concostrina y bajo el título En días como hoy , contaba una breve historia sobre un acontecimiento, rimbombante o cotidiano, relacionado con la fecha en la que se emitía el programa. Lo que me pude reír cuando nos relató el entierro de la pierna de un general mejicano.

Esta semana, en el escaparte de la librería Simón de Ponferrada —junto a infantiles y exculpatorias autobiografías—, encontré un libro suyo que me pareció un regalo ideal para las Navidades. Se titula: ... Y en polvo te convertirás . La obra nace de una idea suya, lanzada desde el programa No es un día cualquiera , donde propusieron a los oyentes participar en el primer concurso nacional de epitafios. Aunque la idea era arriesgada, en especial en un país tan serio en esta materia como el nuestro, llegaron a la redacción más de 1.800 fotografías con todo tipo de curiosidades mortuorias, demostrando que hay mucho ingenio enterrado, del que los vivos deberíamos tomar ejemplo. En el libro podrán encontrar una meritoria selección de nuestras últimas palabras.

De la provincia de León sólo seleccionaron tres mármoles, algo extraño siendo cuna del parlamentarismo y de tantos literatos. Uno era de Santiago de la Valduerna, otro de la Bañeza y el tercero, citado en la introducción como uno de los mejores, se leía en una lápida de Cistierna: «Estoy muerto, ahora vuelvo». Destacado epitafio al que la autora añade otros como: «Estoy aquí en contra de mi voluntad» o aquel, muy celebrado en el concurso, donde el finado decía, con cierto reproche: «Con que no era grave...».

Un pueblo construye su historia a través de héroes, mitos y tediosas autobiografías, pero donde está la realidad de lo que fuimos es en los camposantos. No se que epitafio sugerirle al autor de El dilema, pero le quedaría bien la promesa de suprimir el peaje de la laguna Estigia o que «improvisaba la crisis». Tampoco se si al general Armada le pondrán: «Ni está, ni se le espera», aunque el texto de su lápida será incapaz de superar las jugosas historias que vivió y que se van a la tumba con él. En mi caso, está claro: «Había que hacer algo».

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