Diario de León

FUEGO AMIGO

El valle de los cerezos

Publicado por
ERNESTO ESCAPA
León

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Con los primeros brotes de la primavera, el paseo de Villafranca a Corullón conduce al deslumbramiento. Un relato magistral de Antonio Pereira evoca el aliciente de sus pasos hasta la «curva de San Fiz, que casi se muerde la cola». El cuento se titula El ingeniero Balboa y se encuentra en cualquier antología de la mejor prosa española. Es un texto redondo, de insólita perfección. Hace unas décadas, el templo había sido devorado por la maleza y apenas se distinguían sus muros del abrazo de la vegetación. Entonces se limpió el lugar, excavando bajo sus losas y fue declarado monumento en 1982. Con aquellas prospecciones se averiguó que bajo la iglesia permanece un aljibe romano vuelto a utilizar a comienzos de la Edad Media.

La villa de los cerezos se recuesta al abrigo de los montes, asomada a la vega más hermosa del Bierzo. Por su centro dibuja meandros el Burbia, recién liberado de la garganta que atrapó sus primeros kilómetros desde las faldas ancaresas del Mostellar. En pocos lugares se ve con tanta claridad el tránsito entre el Bierzo alto y el de huerta, y lo que eso significa. De Villafranca hacia Burbia, aguas arriba, se encadena el sobresalto de los precipicios; hacia Toral, donde el río de las pallozas se encuentra con el Cúa para llegar juntos al Sil, el sosiego de los chopos. Corullón acomoda su caserío disperso, salpicado de verde y frutales, en el cuenco de una colina que protege del frío los frutos de su huerta. No sólo cerezos, cuya flor es ahora mismo la más llamativa, también castaños, vides, higueras, nogales, algunos naranjos y contados olivos acompañan la profusión de manzanos y perales. También son muy codiciados sus higos zupeiros.

El pueblo aparece prendido de la cuesta con la bienvenida San Miguel, que es el más vistoso de sus templos. Las iglesias de Corullón forman el mejor núcleo románico del Bierzo. San Esteban es la más antigua y sobresale en la parte baja. Como San Miguel, es monumento desde 1931, pero al contrario que aquella, que realza su cara más hermosa en la pendiente, resulta poco fotogénica. La torre se eleva sobre el porche que cobija un pórtico emparentado con el compostelano de las Platerías. Sus capiteles se decoran con motivos vegetales, otros volátiles y unos personajes desnudos que trabajan en la viña. Los canecillos alternan figuras animales y humanas en posturas procaces o jocosas. En el barrio alto destaca la silueta taladrada de ventanas del castillo. Al final del pueblo, el mirador ofrece un abanico de estampas inolvidable: Villafranca con su respaldo de montes, la pendiente de Corullón con el castillo en alto y el caserío derramado entre huertas, el cauce arbolado del Burbia y la pantalla fantástica de las Médulas con sus picachos rojizos.

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