Diario de León
Publicado por
JUAN CARLOS FRANCO
León

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Este país es una montaña rusa emocional. Sea por aquello del carácter latino o porque somos unos meapilas a los que resulta fácil vender cualquier moto, lo cierto es que pasamos de la risa al llanto, de la marginación más absoluta al reconocimiento masivo, o viceversa, en cuestión del especial informativo con el que nos bombardeen desde la caja tonta. Lo acabamos de volver a comprobar con todo lo que ha rodeado la muerte telegrafiada, y simultánea subida a los altares, del ex presidente Suárez. No seré yo quien le quite mérito alguno a don Adolfo, que los tuvo. Pero de igual forma también los tuvieron quienes con él pilotaron la Transición. Y no tuvo más que aquellos que decidieron cobrar en diferido —y llevan casi cuatro décadas esperando para hacerlo— por el dolor y sufrimiento que les causaron de forma tan innecesaria como injusta a sus familias.

Una semana hemos pasado escuchando temas de la trascendencia de que si el ex presidente era muy de regalar sus zapatillas a los abulenses menos pudientes. Lo que Suárez significó para este país ya lo cuentan los libros de historia, por lo que el llanto de plañideros que se ha repetido machaconamente estos últimos días, estuvo de más. Querer convertir a este ex presidente en un nuevo mito, al estilo JFK, —con aeropuerto incluido— es llevar las cosas demasiado lejos, incluso en un país tan dado a los excesos como éste.

Hoy parece que todos quisieran ser Suárez, de igual forma que hasta hace cuatro días todos renegábamos de la política. Subidas y bajadas de una marea emocional, que sería deseable que, como mejor balance, nos hubiese dejado en la orilla un último servicio a nuestra democracia: que la ciudadanía recuperase ese interés por la toma de decisiones públicas que poco a poco, y gracias al impagable esfuerzo de alguno, se ha ido perdiendo año tras año. Algo positivo habríamos sacado de estos días de rememorar, y hasta reescribir la Transición. Unos días que a uno le hacen reflexionar: si nuestro comportamiento ha sido el que ha sido por el fallecimiento de un ex presidente del Gobierno, no me quiero ni imaginar qué sucederá cuando el que abandone este mundo sea el actual jefe del Estado. Ni todas la Corinas, ni las cacerías del mundo podrán impedir una inmolación colectiva en esta nuestra España.

Tiemblo sólo de pensarlo.

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