Diario de León
León

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Va para tiempo que salimos en los anuncios breves junto a los pollos de corral y los atos de leña de roble. Un aviso impersonal con el verbo en reflexiva y dos o tres palabras más para no pasarnos del tope. Un mensaje directo que resume el estado de una provincia en liquidación, después de que la desmontaran por partes: la ganadería, la agricultura, la minería, los amagos de industria incipiente, la juventud. Un negocio que acumula saldos cada semana: se vende Antibióticos, se vende Coto Minero Cantábrico, se venden las estaciones inservibles del ferrocarril, se vende el Emperador. Se vende León.

En este proceso concursal en el que nos han embargado el futuro, con el presente tan en precario que cobrar es una lotería, la última estrategia publicitaria persigue la venta por psicología inversa. Un márketing de escuela de Gila que nos descubrió el alcalde con su lógica aristotélica el otro día, después de desayunarse con el anuncio de enajenación del Emperador en el BOE y aclarar que -les juro que el único mérito aquí es colocar las comillas- «ponerlo en venta no quiere decir que se venda». Hombre, claro. Ni estar jodido es lo mismo que estar jodiendo, aunque por los ejemplos al primero siempre le acaban por hacer lo segundo. Ni demandar trabajo es lo mismo que tenerlo, que ahí seguía la cola esta semana en el Inem de Ramón y Cajal para sellar el paro si querían verla. Una obviedad. Lenguaje político con pretensión de silogismo categórico, pero con las premisas cambiadas. Otro esfuerzo para que no creamos que nos tienen por tontos, sino que están seguros de que lo somos. Natural, no hay mejor cosa que sacarlo a la venta para conservarlo, ni otro remedio para la calvicie que raparse al cero.

La no venta, con el ministerio de Hacienda listo para el ingreso y el de Cultura a la búsqueda de una coartada, resuelve la entelequia del Emperador. La operación cebada con carteles en cinemascope de Lo que el viento se llevó que terminaron por reportarle 4,7 millones al dueño, un inmueble a la ciudad y un encargo para la central de ideas del zapaterismo. Un centro nacional con más palabras en el nombre que ceros en la cuenta del presupuesto. Una oportunidad o una molestia.

Como León. Nos ponen a la venta, pero no nos vendemos.

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