Diario de León

EL CORRO

Valls camina por la senda de Zapatero

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PEDRO VICENTE
León

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Por mucho que los candidatos insistan en que la trascendencia de las elecciones europeas las hacen acreedoras de un espacio propio, la inmensa mayoría del cuerpo electoral sigue sin creérselo. A tenor de las encuestas, todo indica que los españoles seguiremos votando en clave interna, tal como lo haríamos en unas elecciones generales.

A pesar de los relevantes cargos ocupados, nombres como los del alemán Martin Schulz y el luxemburgués Jean Claude Juncker, máximos candidatos a presidir el próximo gobierno europeo, nos siguen resultando muy lejanos. Seguimos careciendo de pedagogía política sobre las instituciones europeas y los dos principales partidos españoles son los primeros que se toman estos comicios en esa clave interna. Un eurodiputado menos del PP o uno más del PSOE no van a cambiar la correlación de fuerzas en el Parlamento Europeo, pero sí tendrá una lectura interior en la política española.

Rajoy se encuentra ante la prueba de fuego que supone medir por primera vez en las urnas el grado de desgaste electoral sufrido desde que llegó a La Moncloa. Ese desgaste será mayor o menor en función de lo que primen dos vectores contrapuestos: el presumible voto de castigo por parte del ciudadano damnificado por sus políticas versus la eficacia del discurso oficial sobre la recuperación económica.

Dada la existencia de vasos electorales comunicantes, el grado de retroceso del PP determinará en buena medida el resultado del PSOE, cuyo primer objetivo no es otro que consolidar un suelo electoral desde el que recuperarse del tremendo desplome sufrido en 2011. En horas bajas del bipartidismo, el empate técnico que arrojan las encuestas permite concebir a ambos moderadas esperanzas de ganar estas elecciones. Una victoria que, por ajustada y pírrica que fuera, tendría un gran valor testimonial y psicológico de cara a la triple cita con las urnas en el año 2015.

Sin perjuicio de la clave interna de las elecciones del 25 de mayo, flaco favor le ha hecho al PSOE la irrupción en escena del nuevo primer ministro francés, Manuel Valls. Justo cuando los socialistas españoles claman por un giro político que sustituya el austericidio de las políticas de ajuste por otras de estímulos al crecimiento —que era lo que propugnaba Hollande—, llega Valls y se descuelga con un plan de reducción del déficit que congela las pensiones, el sueldo de los funcionarios y todo tipo de prestaciones sociales. Unas medidas que recuerdan como una gota de agua a las tomadas por Rodríguez Zapatero a partir de aquel fatídico 10 de mayo de 2010. Y, para mayor inri, utilizando la manida justificación de que «no podemos vivir por encima de nuestras posibilidades». Quien le iba a decir a Zapatero que se convertiría en referente para el socialismo francés…

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