Diario de León
León

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León es tierra de contrastes más allá de los perfiles orográficos. Lo mismo nos comemos 82.000 multas por exceso de velocidad en el último año que digerimos tradiciones añejas, como esa que ha moldeado este territorio, a través de caminos arañados durante siglos por rebaños que zumban como enjambres que enfilan el panal. Mayo es mes de flores y junio, el de gentes ajenas a otra prisa que no sea la de conservar el entorno. Que igual con lo de si la montaña muere, España perdida es, nos vinimos arriba; pero es indudable que sed se iba a pasar. No crean que un cancionero popular repleto de romances es fruto de la invención, a rebosar de estrofas que conjugan el alegato de defensa del oficio y relatan la épica contra la loba parda. De ahí esos conciertos de tañidos y repiques de cencerros, el amurar de los mansos, escoltados por un ejército de mastines aguerridos, vigilados por una jauría de careas, entregados al paso del pastor. Si el pastor se para, parará el rebaño. Se completa estos días el ciclo que mueve la subsistencia de un sistema pastoril y de manejo económico tan viejo como el viento. Por el empeño de personas dispuestas a dejar intacto el mundo que heredaron, el mismo decorado, los mismos recursos, idénticas posibilidades. Gentes que ponen la mano a medio metro del suelo para marcar la altura que alcanzaban cuando, de niños, supieron que serían herederos de la tierra de sus antepasados. De la tierra como lugar de vida, no como estigma de propiedad. Miles de pasos serenos para que esa variedad se perpetúe y, sobre sus lomos, a la par, la costumbre que porta el secreto de un ecosistema. De la ribera a la montaña, el tránsito con el que no han podio los políticos, que funda el movimiento pecuario que permite a decenas de explotaciones leonesas subsistir a la crisis. Todos los caminos llevan a los puertos. La cama en el suelo; el cielo por techo. A la luz del sol y las estrellas. Van ataviadas las reses como obliga el manual del trashumante, con la divisa tatuada. Esas son las señales de vida más nítidas que emite el medio rural contra los de la central que alertan de que el bienestar de un anciano en el área campestre le cuesta cuatro veces más al erario que si tiene el centro de salud a orillas de la metrópoli. Para saber de las llagas que deja este quehacer basta con repasar el INE y dejar de lado la propaganda; a ver cuántos resisten, cuántos claudicaron y cuántos se han sumado a la causa.

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