Diario de León
León

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V ivo muy cerca de donde Ramiro Pinto lleva a cabo su huelga de hambre, lo que me permite charlar con él varias veces a lo largo del día. Con la misma busca concienciar sobre la dramática situación de parados y desempleados. No quiere dirigirse a la masa sino a la Persona. Lo escribo en singular y en mayúscula pues, en demasiadas ocasiones, plural y minúscula sirven para convertir en ambiguo lo concreto. Y estábamos hablando acerca de la fraternidad como fuerza discursiva, cuando apareció Antonio Trobajo. Ramiro hizo ademán de incorporarse de su asiento y el vicario —ahora además deán de la Catedral— le pidió que no lo hiciese. Se interesó por su salud y por sus ánimos. «¿Hay algo que pueda hacer?» Se dirigía a dar misa, ese domingo tocó hablar del trigo y la cizaña. Fueron unos minutos cargados de sencilla intensidad, como una charla alrededor de la lumbre. En la despedida, Ramiro ya no aceptó permanecer sentado: «Ni hablar, me levanto, quiero darte un brazo». Y se lo dieron. Mientras se alejaba, comentamos la coincidencia de que llegase cuando la conversación giraba sobre la fraternidad. Ciertas sorpresas son enigmas cargados de sentido. «Me ha reconfortado su presencia», dijo.

Entre los que estaban allí respaldándole hubo, a juzgar por su arqueo de cejas, a quien no le pareció que tal abrazo se ajustase a la ortodoxia del perfecto activista. Pero lo cierto es que ambos, Trobajo y Pinto, conceden al amor el poder de transformar la realidad. También ha estado interesándose el alcalde de León, Emilio Gutiérrez. Y he podido comprobar que lo hace a diario —con sinceridad y eficacia— el responsable de la delegación. Me consta que se han interesado desde todas las siglas. Para conseguir cualquier logro lo importante es centrarse en coincidencias y no en discrepancias. En la persona. ¿Y si no logra su objetivo? Siempre se consigue algo. Intuyo que ante sí mismo el esfuerzo ya ha quedado justificado por el mucho afecto recibido, incluso por esa caricatura que su hijo Omar le ha dibujado. Su huelga de hambre no se dirige a concienciar votantes, pero tampoco a seres sin rostro. Es una acción calculada, pero no calculadora. Y sí, no existe nada más revolucionario que un gran abrazo fraternal.

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