Diario de León

CUERPO A TIERRA

El bigote iraquí

Publicado por
ANTONIO MANILLA
León

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El tratamiento de usted es vulgar. Concretamente, latín vulgar, pues el latín culto y el griego sólo tenían una forma para la segunda persona. Hasta que el latín vulgar llegó al mundo, en occidente no nos andábamos con muchos tratamientos. Todos de tú. Sin cortesías hacia la edad, el desconocimiento o el magisterio. Ni aunque se dieran las tres cosas en la misma persona. Tú al canto. Cuando la lengua se deprimió, llegaron los complejos, que es lo mismo que le ocurre a la derecha con todo lo que esté vagamente relacionado con la cultura, incluso el cine, que tiene tela. Me siento inclinado a pensar sinceramente que en los castros prerromanos no se gastasen más ceremonias que en los discursos de Cicerón en el Foro.

Y como esta elemental cortesía es vulgar, de forma sorprendente para quienes por lo común consideramos artículo de fe el éxito de lo banal, cayó en desuso. No es este, aunque lleve camino de parecerlo, un lamentable artículo de lamentación sobre la desaparición del voseo o el trato de usted, sino sobre esa otra forma del miramiento que, más allá de las formas del tú, consiste en la imitación de la apariencia externa de los triunfadores. Un fenómeno básicamente adolescente y juvenil pero no sólo. En sus formas más severas podríamos considerarlo teológico: se parece, si no a la adoración, que nada más se debe al ser supremo, al menos a la dulía, que es el culto que se tributa a los ángeles y a los santos.

Hubo una época en que parecerse a estadistas de la talla de Hussein estaba muy bien visto en las calles de Bagdad y todos los irakíes llevaban bigote. Decodificar el vello facial en Oriente Medio es una asignatura que aguantaría sin caer en el tedio al menos un curso de verano. Uno recuerda haber leído en un artículo que esas barbas que ahora llevan Benzema o Turan pretenden indicar que son buenos cumplidores de la ley coránica. Cuanto más desmadejada esté la barba, más aplicado en los preceptos es el servidor de Alá.

La reverencia invisible al dinero, el poder o la fama, es la emulación. Cuando se centra en lo superficial, se torna muy visible y por lo tanto primaria, simple exaltación del aderezo: gorrita de hip hop ladeada o pendientes de culo de vaso. Y menos mal, porque santos hay pocos y sosos.

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