Diario de León

AL DÍA

Acompañar al sentimiento

Publicado por
manuel alcántara
León

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Seguimos siendo el país que mejor se conduele sin que le duela nada. El fallecimiento de don Emilio Botín, que está haciendo honor a su apellido, lo ocupa todo, incluso el hueco que deja.

La gente normal tiene preferentemente dos preocupaciones: mantener su trabajo, si es que no lo ha perdido, o encontrarlo. Deben disculparse por no haber asistido al entierro del prócer de las finanzas, que sin duda era un genio.

Dominaba el arte de repartir y de quedarse con la mejor parte. Algunos de sus paisanos ignoran por qué no convirtió al Racing de Santander en el Manchester, pero hay que comprender que hay razones que el corazón no comprende, ya que no constan dentro de ningún libro de contabilidad, que siempre es doble, ya que tiene muchas páginas que están de algún modo repetidas.

Una persona verdaderamente excepcional se ha ido. Que el cielo le juzgue, dicen los creyentes, y en eso coinciden con algunos agnósticos que estamos especialmente preocupados por el Año Judicial.

La crisis ha disparado las simulaciones de robos para cobrar seguros y se han duplicado las denuncias contra la corrupción.

También se multiplican los casos de documentaciones falsas de los inmigrantes y mi amigo Eduardo Torres-Dulce, al que sólo veo en los periódicos y en la tele —por cierto, muy desmejorado— lucha en vano por disminuir el número de los que encubren su impunidad en el aforamiento.

¿Por qué hay tanto miedo a que el señor Mas rompa las reglas del juego, si todos sabemos que ese reglamento está roto?

Por algo que quizá no obedezca a la palabra azar, el infarto que se ha llevado con los pies por delante a esa persona extraordinaria, dejándole su herencia a su hija Ana Patricia, que también es extraordinaria y guapa por parte de madre, hace que empiece otra época. No hay que alarmarse.

Todos los pobres son contemporáneos y la saga va a continuar durante mucho tiempo.

Todos estamos invitados al sepelio, aunque ninguno tengamos vela en el entierro.

Hay más cera que la que arde y pronto la vamos a ver por las calles españolas.

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