Diario de León

TRIBUNA

Las escuelas leonesas, un patrimonio olvidado

Publicado por
Isabel Cantón Mayo Catedrática de Didáctica de la Universidad de León
León

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D ecía Winston Churchil que si vivimos en una choza nos comportaremos como mendigos y que si vivimos en un palacio nos comportaremos como príncipes. Sirva esta introducción para llamar la atención sobre la decadencia de un patrimonio leonés como son los edificios escolares que no ha merecido la atención de los poderes públicos desde hace tiempo y que está en trámite de desaparición.

Quien escribe estas líneas ha solicitado varias veces apoyo a Patrimonio para fichar las escuelas de la provincia de León y sólo ha obtenido la callada por respuesta. Así y todo estamos trabajando y avanzando en recoger lo que queda de las escuelas leonesas por comarcas siendo la de La Cepeda la que está casi completamente realizada. Pero es doloroso ver cómo las antiguas escuelas de los pueblos de León se caen, se reconvierten en consultorios médicos, en clubs de jubilados o en chalets de verano. Llama la atención que se haya trabajado con los molinos, con los palomares o con otros edificios singulares, pero no se haya tenido en cuenta al más importante de todos: la escuela.

Frente a la idea de que «la mejor Escuela es la sombra de un árbol», Bello y los regeneracionistas creían que la escuela debe ser «un lugar agradable templado, limpio, con aire y luz», y a ello se pusieron nuestros antepasados decimonónicos, siendo León la provincia con más escuelas y maestros, edificando escuelas dignas con los máximos servicios para los niños de cada pueblo a cargo de un maestro vocacional, mal pagado, poco considerado y con dificultades de supervivencia.

Torres Balbás, arquitecto de la oficina técnica para la construcción de escuelas, señalaba en 1933 que los pueblos se forman en torno a un caserío monumental que es la iglesia y que la gente vive en torno a ella en tugurios estrechos, ruinosos y sombríos y que disponen de una escuela en un local destartalado y sucio como una de tantas casas de vivienda. Ello hace que el aldeano atribuya valores diferentes a la escuela y a la iglesia.

Se pedía, por ello, una escuela de cal y canto para darle dignidad y aprecio por los asistentes y los habitantes. Las escuelas construidas hasta 1920 tienen dependencia del Ayuntamiento o de los vecinos. A partir de esa fecha pasan al Estado, pero los Ayuntamientos también tienen que colaborar.

Los primeros datos de Escuelas públicas de primeras letras en León datan del Plan de Escuelas de la Diputación Provincial de 1821 que señalaba que en todos los pueblos, fuera cual fuera el número de vecinos habría una escuela de primeras letras.

Fue efectivo, pues según recoge Madoz, hacia 1847 ya hay en la provincia 807 escuelas y en 1928 hay en León 1.067 escuelas; en 1935 hay 1831 escuelas y en 1950 llegan a 2.405. La progresión hacia el alza es geométrica hasta mediados de los años ochenta, pero las escuelas de León y provincia comparten la penosa situación que describen Madoz, González, Sáenz del Parayuelo, Mingote, Medina Bravo, León Correa y otros.

Desde la República se incrementa el número y se mejoran los edificios escolares y la dotación de servicios de apoyo y paralelos. Con la bajada de la población escolar rural, a partir de los años 70 se ensayan dos modelos de escolarización rural opuestos: las concentraciones escolares que agrupaban a los niños de los pueblos en una escuela graduada completa en una localidad mayor mediante el transporte, y, por otra parte, la creación de los Centros Rurales Agrupados (CRA), modelo inverso que intenta mantener a los niños en los pueblos y son los maestros especialistas los que se mueven.

Con todo no podemos menos que señalar el declive de las escuelas rurales leonesas y su falta de atención en el aspecto patrimonial. En el curso 2013-14, según recoge el Ministerio de Educación, hay en toda España 10.317 centros de Educación Primaria públicos y en la provincia de León 132 CRA que, entendiendo que agrupan a varias de las antiguas escuelas unitarias, suponen multiplicar por siete su número.

Pero pueblos que en su día tuvieron cuatro o seis aulas hoy tienen clausuradas sus escuelas por falta de alumnos. Por eso, el abandono de los edificios escolares es constante y la pérdida patrimonial de los mismos importante. Sería deseable algún tipo de normativa que los protegiese, que pusiera en valor y que permitiese catalogar y estudiar estos centros como modelos escolares, arquitectónicos, etnográficos, culturales y patrimoniales.

No dejemos perder las escuelas ya que constituyen una parte importante del patrimonio cultural de un pueblo; según la Unesco, «comprende las obras de sus artistas, arquitectos, músicos, escritores y sabios, así como las creaciones anónimas surgidas del alma popular, y el conjunto de valores que dan sentido a la vida, es decir, las obras materiales y no materiales que expresan la creatividad de ese pueblo, la lengua, los ritos, las creencias, los lugares y monumentos históricos, la literatura, las obras de arte y los archivos y bibliotecas».

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